¿Qué necesidad tenías Angélica, de ser a comparsa del mayor comparsa del poder en México? ¿La única lealtad era la infidelidad? ¿Para qué meter a los güercos? ¿Cuánto te pagaron por la farsa? Cierto o falso tu comentario, no estuviste a la altura del conflicto.
Miguel de la Madrid quiso ser presidente; Carlos Salinas, estadista; Ernesto Zedillo, reformista; Vicente Fox, mandilón; Felipe Calderón, un estúpido que nada entendió de Carlos Castillo Peraza; Enrique Peña Nieto, sexualizado, por eso las múltiples recámaras, no las cámaras ni las plazas.
No hay más desprecio a la vida pública que el embozo de la vida pública. No tendríamos qué hablar de Angélica (más demonio caído que pureza angelical) y de Enrique Peña Nieto. Todo divorcio escupe y hay que revisar la maldición de las salivas.
En antiguo régimen la decapitación era la salida. Real o metafórica. Los revolucionarios se convierten en comisarios. Todavía no es el caso. Andrés Manuel López Obrador se pretende puro. El poder degrada, impurifica, hace negras a las personas. López Obrador no irá contra sus predecesores. Sus antiguos irán contra sí mismos.
No prolongo la reflexión. Apunto: el divorcio, la separación, la distancia entre la Gaviota y el Copetes es México. El divorcio civil y de poder es ese: el ejercicio de poder es diferente, atrás, muchos no lo entienden. La narrativa del país dejó de ser telenovela.
Abundar es lastimar.
No se confundan, todo poder es inmoral o no es poder. El neoliberalismo fregó demasiado. Las inmoralidades sexuales dañaron cualquier proyecto de país. No repetiré la banalidad de los SEXenios. No tiene caso. Lo único sufrible es el antiguo régimen destacado en la relación o minimización de pareja. Polvos, vuelos, pantanos. No hay hora para los engaños.