…que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca
Esos locos bajitos. Serrat.
Hasta donde sabemos que comienza la historia, el uso y abuso de feligreses menores, por parte de sus respectivos pastores en cualquiera de las religiones, era socialmente conocido desde hace siglos; en el catolicismo, hacerse de la vista gorda, que eso quiere decir ver hacia otro lado, se hizo durante 250 años. La cínica ocultación cómplice tiene, en la religión católica en general, particularmente en México y América, por lo menos, siglo y medio. Entre los siglos XIII y XIV hay un par de Papas que son conocidos por sus abusos sexuales. En México, el caso del fundador de los Legionarios de Cristo, el padre Maciel, es definitivo para el descrédito de los curas y, en consecuencia, de la Iglesia en los tiempos que nos tocó vivir.
Hoy jueves, en el Vaticano comenzó, cuando usted lea esto si tengo suerte, un muy peculiar cónclave, que no se llama así, para tratar, precisamente, los abusos sexuales hacia los niños por parte de los curas católicos. Están ya reunidas unas 200 personas con el papa Francisco; durará hasta el domingo, si el Papa no decide otra cosa. Se trata de una reunión de los cabecillas de 113 conferencias episcopales con sus superiores, y algunas víctimas de curas pederastas. Las conferencias episcopales son la agrupación de los obispos de una nación o región, digamos los presidentes municipales de esta enorme república católica. El evento fue precedido por la expulsión del cardenal norteamericano McCarrick, un octogenario que gustaba de los niños.
El papa Francisco ha determinado que esta reunión no sea una académica discusión, sino una reunión pragmática con resultados operativos reales. Charles Scicluna, arzobispo de Malta, ha dicho que estamos aquí para cuestionar la cultura del encubrimiento. Este supuestamente santo señor fue el autor del informe sobre el mexicano padre Maciel, quien durante muchos años gozó de la indulgencia de sus superiores, incluyendo el papa Juan Pablo II. En estricto sentido, si bien los curas pedófilos son los acusados, en el banquillo del juicio están sus superiores que, como sucedió en México, conociendo sus pecados, los protegieron callando lo que sabían y cambiando de sede eclesiástica a los curas pederastas; en otras palabras, proveyéndoles de carne nueva.
Se trata, y ya lo veremos el domingo, de acabar –como si fuera posible— con la cultura del encubrimiento, como dijo el jesuita, como el papa Paco, Federico Lombardi, que coordina los debates. En realidad, la Iglesia católica, en un sentido bíblico del antiguo testamento, no está penando solamente al que mata la vaca, sino también al que le sostuvo la pata.
Por nuestro país deambulan decenas, tal vez cientos, de hombres y mujeres que en su infancia o adolescencia fueron víctimas de los abusos sexuales, extremos o no, por parte de aquellos que estaban destinados e instruidos para salvar sus almas y que acabaron lesionando sus cuerpos. Muy pocos han sido capaces de salir y dar a conocer su sufrimiento. Gracias a esa minoría, se hizo pública la conducta pecaminosa y delincuencial del padre Maciel, quien fue condenado al mínimo castigo de aislamiento en meditación por el mismo Karol Wojtyla.
No va a pasar nada, dicen los representantes de las víctimas que asisten en el Vaticano a esta reunión. Los niños, ya lo sabemos, y en México cada vez más nos damos cuenta de que hay más testimonios en este sentido, no le importan a nadie. Los viejos nos hemos dedicado a regañar a los nietos, a corregir sus hábitos, a descuidar su seguridad. Que el dirigente la Iglesia católica, con todo y su demeritado capital político, dedique su atención a estos olvidados es digno de tomarse en cuenta.