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Alfonso Cuarón, caza-talentos en los lavaderos de azotea

Lo dicho: si de genios hablamos, el modelo es Alfonso Cuarón no Yalitza Aparicio (¿así se escribe?). Cuarón es un genio, pero de la mercadotecnia. No es un maestro provocador como Buñuel, ni un esteta de la cámara como Gabriel Figueroa, ni un entomólogo de tipos chilangos como Alejandro Galindo.

Cuarón es un replicador mañoso de escuelas de cine de arte.Imita a Truffaut, Antonioni, De Sica, Rossellini. Le copia hasta los tics. Integra y reutiliza, mezcla y pega: mashup le dicen en redes sociales. Su habilidad es la del artesano, no la del artista nato.

Pero como genio de la mercadotecnia supo aliarse con Netflix, sortear la distribución de películas en salas de cine, convocar actrices de familias influyentes, levantar polémicas efímeras, darles como carnada a los vociferantes de las redes, a la afortunada pero intrascendente Yalitza Aparicio.

La idea maliciosa le salió barata a Cuarón. No fue causalidad ni garbanzo de a libra. Sabía bien su cuento al contratar a Yalitza. Una debutante simplona, que no le generara delirios de diva, que captara como pararrayos el racismo a flor de piel de la clase media y alta mexicana.

Los Oscar a Cuarón son tres premios a la mercadotecnia sofisticada, que seduce a los críticos de cine gringos, que desata aplausos hipócritas del público dormitante, que hace pasar por arte, artefactos visuales de “corta y pega”. De Yalitza, en cambio (nuestro fotogénica sirvienta de celuloide), quedará aire, polvo, nada. Y una buena cantidad de fotos exóticas en la alfombra roja de Hollywood, a donde debió asistir con un huipil, o un rebozo, no con su vestido aqua de quinceañera de rancho.

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Vía / Autor:

Eloy Garza González

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Autor: lostubos
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