Tatiana Clouthier es una de las cartas fuertes para ser gobernadora de Nuevo León. Le sirvió muy bien a AMLO durante la campaña presidencial. Tatiana tiene apellido ilustre, astucia para polemizar y buen manejo en redes sociales, sobre todo de Twitter. De quedarse con la candidatura por Nuevo León (aunque hay muchos y muy buenos tiradores), puede arrasar en las elecciones de ese Estado.
Sin embargo, Tatiana tiene que cuidar algunos flancos débiles. Por pequeños que parezcan, por irrelevantes que se vean, terminarían afectándola si no les mete mano cuanto antes. El pasado sábado 2 de marzo, por ejemplo, Tatiana abordó en la tarde el vuelo de Aeroméxico México -Monterrey. Varios pasajeros se molestaron por la voz tan fuerte de Tatiana. Parecía querer llamar la atención a como diera lugar. A veces, levantar la voz es señal de seguridad y de confianza en sí mismo (el papá de Tatiana elevaba la voz cuantas veces fuese necesario para denunciar injusticias). Pero en ocasiones, el tono elevado aturde a los demás, molesta de plano; es un rasgo de escasa cortesía. O hasta pudiera confundirse con prepotencia.
El joven y la familia que se le acercó a Tatiana saliendo de la terminal aérea, coincidieron en que la diputada federal es amable, sonriente, pero no se concentra en las personas con quienes habla. Su atención, sus ojos, su pensamiento, están en otra parte. Por eso divaga, se sale de foco. Y eso no genera empatía (que es la principal cualidad de un buen político o candidato para lo que guste y mande).
Bill Clinton reveló en sus memorias cuál es el secreto de su legendario don de gente: “cuando una o varias personas platican conmigo, sobre todo cuando son de extracción humilde, para mí, en ese momento, así sean dos o veinte minutos los que le dedique, mis interlocutores serán lo más importante que tenga yo en la cabeza. Esos dos o veinte minutos los consagraré completamente a ellos”.
López Obrador y Gerardo Fernández Noroña, por ejemplo, son políticos extraordinariamente empáticos personalmente. Saben escuchar y leer la preocupación de la gente común y corriente que tienen frente a ellos. Y de ser posible, ambos resuelven de manera práctica y rápida.
A Tatiana le falta agudizar ese don que definitivamente no se le da de manera natural, pero que puede desarrollar. Todo es cuestión de proponérselo. Es inteligente y basta con que lo comience a poner en práctica en los aeropuertos, o en los mercados de abasto (si va), sobre todo cuando se le acerca una familia apurada, pidiéndole consejo.