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Pompas ricas de colores, de matices seductores

pues deslumbran cuando nacen

y al tocarlas se deshacen

como frágil ilusión…

Eduardo Vigil y Robles, Pompas Ricas.

En diciembre de 1928, Plutarco Elías Calles, de quien hoy se sigue sospechando, mandó a matar a su rival en el poder total, Álvaro Obregón, en el restaurante de La Bombilla, de una manera tan siniestra que le endosó la factura a los católicos radicales, decidió que las luchas entre caudillos deberían ser civilizadas y mandó decir que hicieran el Partido Nacional Revolucionario, que luego iba a llamarse Partido de la Revolución Mexicana, con Cárdenas, y finalmente, en 1946, el Partido Revolucionario Institucional.

Eran los tiempos de María Conesa y don Plutarco, como todos los generalotes de la Revolución, incluyendo a Doroteo Arango y Emiliano Zapata, se había acercado a las enaguas de la valenciana estrella del espectáculo y la sociedad. Eran los tiempos de las pompas ricas.

De alguna manera, la transformación que imaginó Calles para ir de los cuarteles y las balas a los salones fifís de entonces tenía que ver con las pompas ricas de la sociedad a la que habían arribado los revolucionarios desde que se tomaron un café en Sanborns de los Azulejos.

La transición de un mando caciquil de bandoleros necesitaba un aparato civil, un partido político. No una entidad con programa, ideología o intención clara de proyecto de país. Más bien, una entidad apacible y, sobre todo, placentera, en el ejercicio del poder.

Ésa es la historia del PRI. Una poderosa agencia de colocaciones a los altos puestos del poder, comenzando por el número uno, a cambio de disciplinas, obediencias, complicidades y muy pocos arrepentimientos. A cambio de ello, un mundo de pompas ricas de colores. Se tradujeron en privilegios ejecutivos para algunos, en escalafón eficiente para pocos, en acomodaticias posiciones para los menos dotados. Pompa y circunstancia; inmuebles de costo millonario aquí y en el extranjero, despliegue de camionetas negras blindadas cuando la joven de la casa quería hacer el super en el mall. Desmanes en detenciones, ocultación de las verdades molestas, comodidad a la medida.

Vivimos setenta años desde que el partido que nació hace noventa repartiera esas burbujas. Miente quien quiera poner en el mismo saco de la corrupción y la ineficiencia a todos los que estuvieron en el poder todo ese tiempo. Como mienten quienes insisten en que la nueva camada en el poder es la impoluta panacea.

El asunto más importante es que el PRI necesita desaparecer. México necesita que el PRI desaparezca, pero México necesita que un PRI exista, vivo y fuerte. Pocos políticos decentes se lanzan al ruedo para obtener el liderazgo del PRI. El doctor José Narro, el más notable, con abundancia de capacidad, convocatoria, prestigio, palmarés… e ingenuidad. Éste no es un asunto de personas, ni siquiera de nombres o siglas. El PRI debe desaparecer, estrambótica y espectacularmente. Lo más espectacular y divertido, si se puede. Para darle lugar a un nuevo partido político, joven, nuevo, social demócrata, sin duda.

Como en algún momento iba a ser el PRI, antes de que las pompas ricas de colores comenzaran a deshacerse al primer tacto.

Canta La Gatita Blanca:

Mi ilusión sombra fue,

una dicha embriagadora que adoró,

una dicha que a la aurora muerta halló.

Fuente:

Vía / Autor:

Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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