Hace diez años, con la muerte de Michael Jackson, el mundo de la frivolidad consideró que con la repentina y misteriosa desaparición del cuerpo del cantante estábamos sepultando una de las más estrambóticas y legendarias telenovelas, casos de la vida real, que habíamos conocido en años recientes. La historia tenía muchos elementos esenciales para un culebrón en los que la realidad se muestra con una sugestiva ficción, que a partir de la serie de Luis Miguel, inyectó vitaminas nuevas al género del melodrama cursi.
El destino variopinto de los esfuerzos de bioseries televisivas indica que no es suficiente tener un personaje fuerte y un pasado truculento o escandaloso para asegurar el éxito: hay que saber administrarlos. Si la serie de Luis Miguel fue un éxito, la larga sobre la vida y pasiones de José José pasó por las pantallas sin pena ni gloria, pese a ser un cantante de mejor registro y que su vida privada lindó, aun hoy en día, entre la tragedia, el éxito, los abusos más extremos y los gestos más generosos.
Algo semejante pasó con el retrato televisivo de Alejandra Guzmán, tal vez de mejor manufactura que la de José, pero que careció del elemento sorpresa y el encanto dramático del descubrimiento. Cuéntame algo que no sepa ya, podría decir el público lector de las revistas de espectáculos escandalosos dados por los artistas sobre su vida, supuestamente, privada. Lo mismo sucedió con la biografía novelada y autorizada en su contenido por la protagonista, de esa maravillosa vedette que es Silvia Pinal. Ella, en un libro autobiográfico, se había encargado de desvelar lo desvelable de su vida amorosa y su desarrollo como actriz y cantante. El cuidado meticuloso de la producción por respetar ambientaciones, vestuario, peinados y lenguajes que Juan Orol se lo pasó por el arco del triunfo en su memorable Cabaret Shangai, en cuyo fondo pasa en alguna de las escenas un camión urbano de la Bondojo y anexas, lo que se ha convertido en canon inviolable para las producciones visuales mexicanas a partir de Cuarón y Roma. En la historia de Silvia le apuesta la producción a esa fidelidad, ya que de otras no hay.
El caso de Michael Jackson es diferente. Su historia no la contó él ni la hicieron biógrafos acuciosos: es a partir de denuncias sobre supuestas aficiones pedófilas del artista que, nacido negro, quiso siempre tener el cutis blanco, que como integrante de los Jackson Five, con sus hermanos bajo la férula de su padre, abandonó la familia por el éxito. Se casó con Lisa Marie Presley y Debbie Rowe, durante dos y tres años, respectivamente; la primera, riquísima mujer, hija y heredera de Elvis Presley. Pero la fama del ídolo estuvo siempre relacionada con la sospecha de su afición por los niños y jovencitos, una vez confesó haber dormido a su lado. Los juicios penales por esos delitos sexuales fueron arreglados fuera de la Corte con los padres de las víctimas a cambio de sumas enormes de dinero. En ningún momento se le encontró culpable o fue sentenciado. Lo cual trae a la mesa una conducta viciosa que se ha puesto de moda a raíz de las escandalosas denuncias de acoso y abuso sexual, especialmente en el cine norteamericano. Me refiero a la memoria repentina u olvido persistente. De pronto, los casos de acoso sexual o pedofilia, en la Iglesia católica o en el mundo del espectáculo, comenzaron a salir como hongos en tiempo de lluvias. Alguna aspirante a actriz recordó que hace 30 años un productor le agarró las nalgas o los pechos; otra dice que le dieron un papel a cambio de sexo; otro actor desconocido afirma que Kevin Spacey le pidió que se acostara con él hace un cuarto de siglo. Muchachitos que ahora rondan los cincuenta se acuerdan del cura que se acercó peligrosamente a sus partes pudendas. La pregunta es ¿hasta ahora salieron de su amnesia?, ¿apenas vieron la oportunidad de sacar beneficio de su miseria espiritual y/o física? ¿Sus padres sabían de esta situación y la ocultaron por vergüenza o por dinero? ¿Quién es el malo aquí?PILÓN.- Cantemos aleluya: los tacos al pastor fueron nombrados el mejor platillo de la cocina mundial. Algún reintegro nos tenía que tocar en esta Cuarta Transformación.