Por Félix Cortés Camarillo.
Tenemos que escapar, el castigo es fatal.
Seis horas bajo el sol, cien veces no jugar
Maná, Profesor
En la escuela secundaria número cinco, que por la emergente saturación en los planteles cambiaba de número y alumnado en el turno vespertino, nos enseñaba matemáticas un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme y a quien llamábamos el cepillo, seguramente por su corte de pelo, o porque solía lanzar con buen tino a las filas traseras el borrador de madera y felpa para despertar la atención perdida de mis compañeros atrasados. A pesar de toda la suma de estos factores toda mi vida he tenido la certeza de que nos introdujo con inteligencia a las interioridades de sumas y restas, los enigmas del álgebra y a la indiscutible inutilidad práctica de los logaritmos y la raíz cúbica, que nunca he sabido de alguien que haga uso de ellos, yo inclusive.
Comencé a dudar de la eficiencia pedagógica de el cepillo a partir de la representación mañanera del otro día, que tuvo como estrella invitada a Jorge Ramos, conductor de noticias en Univisión, con el tema central de los homicidios en nuestro país, libreto sobre el que nadie parece ponerse de acuerdo. Sobre todo en el número, porque cada quien tiene los suyos y a nadie parece importarle las causas de su incidencia, ni mucho menos el cómo darle solución. Tomaron todos, tomemos todos, los tres primeros meses del gobierno del presidente López.
Jorge Ramos expuso al presidente que en México se dieron 8,524 asesinatos en ese lapso. El presidente acudió a uno de sus estribillos principales, “yo tengo otros números”, y pasó al pizarrón de la escuelita de Palacio Nacional al periodista para mostrarle sus números, que no son totales mensuales sino promedio diario. Nada difícil hacer las cuentas, según el profesor de brazo acertado. Según López Obrador, en diciembre fueron asesinados en promedio 79 personas al día. Multiplicados por 31 días, dan 2,449; en enero, 75 diarios en promedio. Otra vez por 31 días, el total es de 2,325: para el presidente, en febrero la tasa promedio al día subió a 83; como febrero tuvo 28 días, el total del mes es 2,324. Suma, sumando, si el cepillo me enseñó bien, los tres meses arrojan 7.098. Menos que los que Jorge presentó, quien atribuye sus datos a Seguridad Pública.
Sergio Sarmiento, a propósito del tema, escribe que consultó al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, consulta que le arroja un total de 7,299 muertos, del uno de diciembre al 28 de febrero. Otro número diferente. Yo también entré a ese portal y saqué mis números, que comparto: en diciembre hubo 3,890 homicidios dolosos; en enero 3,659 y en febrero 3,566. Total: 11,115 cadáveres. Algo anda mal y no creo que haya sido el viejo profesor de secundaria.
Lo que no anda bien es acudir a las estadísticas, que son la documentación de las mentiras de los políticos; cada quien saca sus cifras, y ¡alégale al umpire!
El problema de la inseguridad en México, sin importar si los muertos son periodistas o campesinos de guerrero, es demasiado serio para dejar que sean los números los que nos documenten el optimismo de que las cosas no solamente se ponen peores sino que están mejorando, lo que es esencia del discurso matutino de lunes a viernes del presidente del país. Porque, desde luego, todo ha cambiado ya. La impunidad desapareció de un plumazo, y si hablamos de corrupción, nada más es poquita porque ya no hay corrupción tolerada desde el poder. Los mexicanos de hoy ya no somos los mexicanos de antes. Aunque, desde luego, cada día somos menos. Contando solamente a los cuerpos en la calle, porque los de las fosas clandestinas solamente cuentan cuando son exhumados.
PILÓN.- A pesar de lo detallado que son las crónicas de los cuatro evangelistas, hay muy pocos detalles de la agenda de Jesús el Nazareno el lunes y martes de su última semana de vida terrenal. Lo que se ha dado en llamar La Pasión de Cristo comienza realmente mañana con la cena de despedida, el retiro a la oración, la captura, el juicio y la muerte. Se supone que estos días son de recogimiento, reflexión y –ya entrados en gastos- oración y arrepentimiento. La realidad es que son días de jolgorio y fiesta.
Lo cual no tiene nada de malo.