Por Félix Cortés Camarillo.
Sombreros estropeados,
pantalones remendados,
compro, cambio y vendo por igual…
Francisco Gabilondo Soler, El Ropavejero
En el pueblo en que nació mi padre, al dueño de los Altos Hornos le decían papi. Su nombre era Harold Robert Pape y su intuición le dijo que en medio de aquel desierto caluroso se podía poner, el año de mi nacimiento, una acerera. Los yacimientos de mineral de hierro en el centro de Coahuila y este de Chihuahua y la rica cuenca carbonífera que va desde Monclova hasta Piedras Negras se lo prometían. Se lo cumplieron. Altos Hornos de México se convirtió en la primera empresa del acero en la América Latina de la posguerra. Luego el gobierno mexicano la estatizó y para acabarla de chingar la volvieron a privatizar.
Hoy AHMSA cumple 18 años de estar en quiebra. Debe unos cinco mil millones de dólares, pero sigue produciendo cinco mil toneladas de acero líquido al año, además de laminados en frío y caliente y algunos perfiles y le da trabajo a veinte mil cabezas de familia.
Produce también noticias.
El señor Alonso Ancira, propietario de la fundidora, ha sido capturado en Marbella, España, cuando bajaba de su yate. Seguramente será entregado a la autoridad mexicana para que siga proceso aquí por daño patrimonial, probablemente. No hay muchos otros delitos que perseguir en contra del señor Ancira. Si acaso, habría que procesar a los que le compraron caro lo que era baratija. Él solamente vendió en 273 millones de dólares lo que quedaba de la empresa Agro Nitrogenados.
Nunca nos dimos cuenta los mexicanos de la compra-venta de una planta de fertilizanes en Pajaritos, Veracruz, por esa cantidad de dólares. A la gente común se nos escapa toda cifra que exceda a un millón, así sea de granos de frijol. Mucho menos íbamos a enterarnos de los otros miles de millones de pesos que fueron invertidos teóricamente, en la reconstrucción de una planta que había estado, dicen, inactiva por treinta años.
Fue hasta que el presidente López, en su sermón mañanero nos abrió los ojos que nos enteramos de una de esas pequeñas picardías que los corruptos le habían hecho a nuestro país. Y pácatelas, que le dan frescobote al señor Ancira, que tiene experiencia en eso de ser prófugo.
Prófugo lo es también don Emilio Lozoya Austin, quien en aquel 2013 de la operación de Pajaritos cobraba como director general de Pemex y actuaba como operador de la empresa Odebrecht. Pero don Emilio tiene otros cargos en su contra, que el nuevo gobierno federal se había tardado en reconocer. Claro, por aquello de abrazos, no balazos, y otras paparruchadas.
Lo que no son paparruchadas es el hecho de que hay muchos ropavejeros que, en el curso de los últimos cincuenta años, por lo menos, han sabido hacerle al señor Tlacuache, vendiéndole a un gobierno proclive a la corrupción lo que se le ocurría a ambos. A precios inflados.
Aunque no estamos seguros de que la planta de fertilizantes haya estado en abandono total, fierros viejos que vendan. Sería bueno que sean los técnicos, no los políticos, los que nos cuenten las cosas.