Por Jorge Narváez.
Joao Maleck tomó aquel día una decisión que ponía en riesgo su carrera y algo más importante: la vida de otros. Su imprudencia costó cara: acabó con su sueño de futbolista y con la vida de una pareja de recién casados.
Es lamentable que un jugador que formaba parte de un subequipo del extranjero, y en una edad donde apenas vivía su mejor etapa, lo tiró todo a la basura. Ahora difícilmente podrá reconstruir su vida y recuperar su carrera. Sus víctimas, ¡nunca!
Hemos visto muchas veces las borracheras de otros jugadores, pero ninguna ha llegado al grado de terminar la vida de otros. A lo mucho, han llegado a ser exhibidos con sexoservidoras, o algo así, pero ese es otro tema.
Es aplaudirse que el Club Sevilla haya rescindido del contrato del jugador, que pertenece al Club Santos, por su incapacidad de tomar una decisión tan básica como es no combinar el alcohol con el volante. No es una recomendación nueva: las autoridades se cansan y hasta hartan a los ciudadanos con campañas para prevenir precisamente este tipo de hechos. Y aun así…
Maleck está enfrentando un proceso legal que por ahora pinta para estar amañado, ya que al jugador sólo le dieron seis meses de cárcel en su primera etapa de la investigación, por el riesgo de fuga. Un juez retiró la condición de “delito grave” al desacreditar las agravantes de exceso de velocidad y que en pruebas de orina no se le encontraron rastros de alcohol en exceso. Los propios familiares de las víctimas denunciaron que la defensa proporcionó pruebas falsas que borraron evidencias de que Maleck estuviera muy alcoholizado y que condujera a más de 60 kilómetros por hora.
Estas circunstancias ponen más leña en el fuego del escándalo, porque si bien podrían redituarle al jugador una sanción leve, el estigma social, y entre la propia afición, será muy difícil de borrar. Ejemplos hay muchos. ¡Hasta el mismísimo Maradona carga con descrédito por sus excesos!
En los próximos días saldrán nuevos detalles que pondrán a prueba la capacidad de las autoridades para juzgar un caso que, evidentemente, debería ser castigado con todo el peso de la ley. Es un homicidio por una presunta imprudencia al manejar a exceso de velocidad, porque hay videos que demuestran el fuerte impacto del choque, agregándole que los autos quedaron destrozados. ¿A 60 Km/h? ¿Una tragedia “en cámara lenta”?
Añadiría que la indignación popular por este caso es justa, pero miope. Clubes, empresas, aficionados y hasta personas ajenas al futbol, deploran la tragedia y reviven la presunta irresponsabilidad del jugador al estar convencidos que conducía a exceso de velocidad (o por lo menos sin precaución) y suponer que lo hacía alcoholizado. Sí, pero nada dicen de las cantidades ingentes que se distribuyen entre los aficionados que asisten a un partido que, júrelo usted, no regresan a pie a sus hogares.
Fotografía propiedad de: Mexsport/ Once
@soyjorgenarvaez