Por Carlos Chavarría.
En tanto en el mundo financiero abunden los tontos y los mañosos, las calificadoras de riesgo tienen su negocio bien seguro y cada vez tendrán más poder, poder que viene del miedo a perder.
El azar no existe, su cálculo no es sino una medida de nuestra ignorancia acerca del comportamiento de la entropía de todos los sistemas, los creados por el hombre y los que están atados al mundo natural.
Las calificadoras de riesgo no son algo nuevo, su misión surge cuando las interacciones de los mercados de capital se hacen más complejos y diversos, y los inversionistas están ávidos de información que les ayude a dilucidar las posibilidades de éxito o fracaso en la colocación de sus recursos en tal o cual instrumento de inversión.
Las calificadoras de riesgo han visto fortalecida su importancia a medida que las crisis económicas recursivas fueron convirtiéndose en una casi constante en el mundo financiero.
Los que buscan capital para sus proyectos siempre querrán mostrar su mejor cara para crear confianza en quienes tienen los recursos, y de ahí el engaño al que se dedican a desentrañar las agencias calificadoras del riesgo de cada proyecto de inversión. PEMEX por desgracia, no ha sido la excepción.
Todos los participantes en el mercado de capitales tiene dentro de sus organizaciones departamentos completos dedicados al análisis de riesgos de impago en todas sus formas, pero lo irónico de la situación es que es gracias a los errores, omisiones o complicidades, según se crea; de esas personas es que las calificadores de “criterio independiente” se han fortalecido a pesar de que estas últimas tienen también su propia historia qué contar en las crisis recurrentes que han afectado al mundo entero y que no pudieron ser alertadas con oportunidad.
Los gobiernos de todos los países, por su parte, también tienen agencias reguladoras que están monitoreando las expresiones del riesgo de impago y van poco a poco apretando más las reglas de ese gran casino en que han convertido al mercado de capitales.
Como la creatividad de los desarrolladores de productos financieros para invertir no tiene límite, todo el tiempo están sacando al mercado más productos para administrar la codicia de los inversionistas y obtener una buena tajada de las utilidades del nuevo colonialismo financiero.
Nadie tiene los recursos suficientes para sus proyectos, y si los tuviera, de cualquier forma pediría prestado, o invitaría a otros para dividir el riesgo de pérdida entre más apostadores.
Desde los Médicis, así se han financiado empresas de todas, expediciones, invasiones y hasta guerras, y los costos financieros siempre han dependido de la probabilidad de perder, pero también de la manipulación del estado del mundo en cualquiera de sus variables por agentes económicos preponderantes.
Sólo imaginemos el efecto en el plan de negocios de PEMEX de que los grandes fondos de inversión se pusieran de acuerdo con los árabes para que aumentaran su producción petrolera y eso llevara aun a precios más bajos del petróleo en los próximos 6 años.
Por supuesto que el plan fallaría por completo y el costo financiero, esto es, los premios a pagar a los acreedores de PEMEX aumentarían y eso elevaría las ganancias de los mismos.
Mal hace un país que funda su desarrollo en una sola materia prima y que además es controlada por su gobierno. Los gobiernos siempre acabarán convertidos en rehenes de su poca eficacia para producir excedentes sustentados en la productividad y las calificadoras de riesgo nada tendrán que ver.
PEMEX verá degradado su grado de inversión por más datos y diatribas que lance el presidente López Obrador en contra de las reglas del juego financiero. Los costos los habríamos de pagar todos tarde o temprano por estar dormidos pensando en que los precios de los combustibles deben bajar más y los pingues negocios de tantos corruptos que saquearon la empresa.