Por José Jaime Ruiz.
Hay marchas legítimas y marchas ilegítimas; legitimadas y deslegitimadas. Las marchas, piquetes, bloqueos de la CNTE o de los electricistas no son manifestaciones que busquen la gobernabilidad. Las manifestaciones de las mujeres, inclusive con sus excesos, no sólo son explicables, son plausibles. Las marchas conmemorativas, como la del 2 de Octubre, no son manifestaciones de protesta, aunque los vándalos pretendan la represión. El 2 de Octubre no se olvida porque lo que se pretende es que nunca más vuelva la represión y, paradójicamente, los vándalos infiltrados y provocadores pretenden la incertidumbre, la inestabilidad, la represión.
Las marchas de las mujeres pretenden gobernabilidad, el uso de las leyes para el derecho a ejercer su cuerpo, pero también la condena al abuso de la policía en violaciones. Que la autoridad no sea autoritaria. La conmemoración del 2 de Octubre busca la paz, como la buscaron los estudiantes en 1968. Porque no queremos represión, nunca más, el 2 de Octubre no se olvida.
Fue un exceso el cordón de paz implementado por la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum: los funcionarios públicos no deben suplir a quienes deben de propiciar la seguridad pública. Fue un experimento fallido y a los servidores públicos jamás debe de exponérseles. Las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el regaño a los jóvenes que se porten mal por parte de padres, madres y abuelos no sólo son ingenuas, rayan en la estulticia.
¿Qué viene? La conciencia ideológica de las marchas. Hay un crecimiento ético y de civismo en quienes marchan. Hay intereses sindicales y, muchas veces, oscuros, en las pandillas y mafias que toman las calles. Hay que hacer esta diferencia básica. El derecho ciudadano a la ciudad y las expresiones cívicas obligan a las autoridades a ejercer la ley (nadie por encima de ella) y a dar certeza de seguridad a los comercios establecidos en las rutas.
El nuevo civismo tiene que tener correspondencia con la autoridad porque, en el fondo, con los votos, los ciudadanos autorizamos que los funcionarios ejerzan la autoridad, pero nunca el autoritarismo.