Por Eloy Garza González.
Como todos sabemos, la división de poderes en México la forman el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Aparte de ellos, están los poderes fácticos: la prensa, los empresarios, los sindicatos y así, que buscan también su ración de influencia política. Pero por encima de ellos, dominan otro tipo de poderes que el jurista italiano, Luigi Ferrajoli, adjetivó como salvajes.
Estos poderes salvajes yacen en la sombra. Y penetran los círculos del gobierno, de los empresarios, los sectores productivos y hasta cierto segmento de la prensa. Son poderes como tentáculos de un gigantesco pulpo: se podrán liquidar a sus extremidades, podrá ser seccionado cada tentáculo, pero habrá muchos más reproduciéndose sin cesar.
La política de cortar tentáculos del crimen organizado ha sido un fracaso en los gobiernos anteriores, del PRI o del PAN. Es mejor degollar la cabeza del invertebrado. Y la cabeza está formada por cuentas financieras. Si se le pega al cerebro económico de ese poder salvaje, se le hiere definitivamente.
No está mal combatir a las empresas fantasmas y a los proveedores de facturas piratas (que a veces las expide el propio gobierno federal). Sin financiamiento, el pulpo no puede mover sus tentáculos.
Sin embargo, mientras se aprueba la Reforma Fiscal, en tanto se detectan las cuentas bancarias ilícitas, los poderes salvajes están matando agentes federales, minando fuerzas militares, vulnerando a la Guardia Nacional y a Sedena; disparando contra víctimas inocentes.
Crece exponencialmente el número de muertos. Y los disturbios sociales, y el cierre de vialidades, y los cadáveres carbonizados, y el caos intencional. Los poderes salvajes dan coletazos peligrosos. ¿Le alcanzará el tiempo al gobierno de AMLO para pulverizar los recursos económicos del crimen organizado antes de sufrir una desestabilización social irreversible? No lo sé. Pero las frases pretendidamente ingeniosas del Presidente (fuchi, guácala, etcétera), no ayudan a amainar la impaciencia de los ciudadanos. Tendrá que hacer cambios a la de ya en el gabinete de seguridad. En serio, las cosas se degeneraron desde Aguililla, Michoacán, y luego Iguala, Guerrero, hasta llegar a Tamaulipas y Culiacán, donde han dejado escapar sin más al hijo del Chapo. Y cada vez estamos más acorralados por los poderes salvajes que habíamos creído en franca retirada. Esto sí es grave.