Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos.” // Baltasar Gracián
Veo la imagen de policías acompañados de perros en una escuela de Torreón listos para realizar la “Operación Mochila” y no atino a definir el sentimiento que me invade, aunque de una cosa estoy seguro: no me da risa.
Desde la óptica de “se los dije” y desde hace mucho tiempo lo publiqué aquí mismo, que todo el asunto del necesario acompañamiento de menores en escuelas para detectar posibles conductas violentas que les llevasen a cometer actos en perjuicio de la vida de sus compañeros, maestros e incluso ellos mismos, era un tema que se olvidaría en poco tiempo, tal vez me debería sentir satisfecho de haber acertado, pero no es así.
Siento coraje y vergüenza, siento rabia e impotencia, porque tal vez debí insistir más, tal vez se requería de haber alzado más alto la voz, tal vez igual que muchos o que casi todos caí en la trampa y me olvidé de la historia.
Pero no sé si mi enfado es más conmigo mismo que con las autoridades de todos los niveles que pretendiendo “resolver” un problema se presentan en una escuela a unas cuadras del mismo lugar en donde el fin de semana un menor atentó contra una maestra y varios compañeros, para realizar una acción que no tiene como fin el resolver el fondo del problema, sino simple y sencillamente “demostrar que están haciendo algo” al respecto.
Sí, es cierto, se requiere de una mayor participación de los padres en la formación de los hijos, pero, ¿cómo lograrlo en familias en las que los dos integrantes de la pareja deben trabajar? ¿Cómo hacerlo en los casos de padres divorciados o viudos? ¿Cómo conseguirlo cuando deben quedar al cuidado de familiares? ¿Qué hacer cuando no hay otra opción que dejarles solos?
Definitivamente no es con policías y canes detectores de armas o explosivos en las escuelas como se logrará el propósito.
Se requiere de maestros más comprometidos y entregados, mejor preparados (y aquí hay que insistir en MEJOR PREPARADOS) para ante las primeras señales lanzar una alerta y no sólo advertir a los tutores del menor en problemas, sino conseguir ayuda profesional que encauce las inquietudes de esos niños y evite que el asunto pase a mayores.
Lo dije antes y lo repito hoy, el problema hoy es la posibilidad real de que otros niños pretendan hacer lo mismo por imitación, que esa idea que alguna vez cruzó por su mente encuentre el detonador ideal al ver que ya otro lo pudo hacer en Torreón.
No es con policías y perros que acudirán unos cuantos días y no será revisando mochilas a diario. Es con trabajo, con detección temprana, con anticipación y prevención como se arreglan las cosas.
No, no puedo estar contento de decir “se los dije”, pero de una cosa estoy cierto: “se los dije” y hoy se los repito: ese no es el camino.
ftijerin@rtvnews.com