La primera marcha en demanda de seguridad para nuestras mujeres, persecusión de los feminicidas y respeto a su condición física y laboral se desarrolló ayer conforme a lo previsto y esperado.
Ciertamente, la confusa convocatoria para marchar ayer y no salir mañana en señal de protesta encontró terreno fértil en el descontento generalizado que el machismo ha acumulado, abonado por la indiferencia oficial del gobierno de la cuarta simulación.
En un intento tardío, el aparato de propaganda estatal difundió imágenes del presidente López apapachado por su señora esposa. Desde Fresnillo, Zacatecas, Andrés Manuel nos obsequió uno más de sus monólogos que pretenden pasar como lecciones de Historia Patria para indios remisos, leyendo una larga lista de las mujeres mexicanas que se han significado en la lucha por la reivindicación de su género, pretendiendo que todas esa mujeres han sido parte de su movimiento político. Ayer mismo surgió de la nada un sector feminista del gobierno de Andrés Manuel, que integran, desde luego, todas las mujeres de alto cargo público y que de repente se convirtieron en defensoras de su género. Las tres intentonas tuvieron patético efecto.
La marcha en sí fue multitudinaria. El recuento oficial puso alrededor de las tres de la tarde en treinta mil las mujeres participantes en la capital de la República; obviamente su número fue mayor, pero eso es irrelevante.
Irrelevante fue también la previsible actividad de los provocadores (as) encapuchados que volvieron a infiltrarse ante la tolerancia de todos los cuerpos policíacos para intentar desprestigiar la marcha haciendo destrozos varios, pintas y lanzando bombas molotov sin mayores consecuencias.
Entre los defectos de origen que la marcha tuvo se encuentra la disposición de algunas de las organizadoras desorganizadas de no permitir la presencia de varones en la manifestación: el peligro de confundir la actitud feminista en una de guerra en contra de los hombres solamente perjudica una causa justa.
El grito ha sido dado.
Ahora sigue, el lunes, la elocuencia del silencio. El nueve, nadie se mueve, decía la convocatoria inicial. Ojalá que nuestras mujeres, que dieron ayer una muestra digna de valentía y civismo, superen ese reto y no se queden solamente como sombras que se cuelgan de un día de asueto no programado.
PARA LA MAÑANERA.- Señor Presidente, con todo respeto: la violencia en contra de la ciudadanía mexicana no se va a resolver con sermones de moralina sino con la aplicación de la ley que usted juróo cumplir y hacer cumplir.