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Andanzas sexuales de Carlos Fuentes y Rita Macedo

Por Eloy Garza González

Para no perder el tiempo en este confinamiento forzoso, me dedico a leer. Tengo varios libros en el buró, pero el que más me atrapa es “Mujer de papel: memorias inconclusas de Rita Macedo” (Trilce Ediciones, 2020). En realidad se ve la mano de la verdadera autora: Cecilia Fuentes, hija de la relación de la actriz (una de las mejores del cine mexicano) con Carlos Fuentes. Si se lo propone, Cecilia llegará a ser la mejor escritora de su generación. Tiene oficio, garra y mucha mala leche.

En otro artículo he dicho que este libro tiene capítulos hilarantes, chismosos y profundamente sabios. También he escrito que “Doña Rita y Cecilia forman el dúo dinámico más devastador de las actuales letras mexicanas”.

Ya publicaré mi reseña de este libro tan devastador como pandemia. Por lo pronto, ofrezco algunos apuntes de lo que llevo leído, donde se describe la relación sadomasoquista que llevaban Macedo y Fuentes, cuando ambos unieron sus vidas siendo jóvenes.

El libro narra sin falsos pudores las infidelidades descaradas de Carlos Fuentes. El autor (aún no laureado), encandilaba a las muchachas para meterlas en la cama. Mientras más adolescentes, mejor. “Como escritor, necesito adquirir experiencias que me enriquezcan”, le confiaba el propio Carlos a Rita. Y ella suponía que “las raíces de ambos estaban entrelazadas y nadie podía separarlas”.

Sometida al escarnio de su pareja, crédula de que apechugando se volvería “mujer verdaderamente civilizada”, Rita Macedo se prestó a los tríos amorosos con las “princesas” de Fuentes; se convirtió en confesora de las correrías sexuales de su marido, en las famosas “toga parties” donde los invitados andaban desnudos, entre sábanas y cuando la novia de turno era dejada a un lado, Rita se decía a sí misma: “su verdadera mujer soy yo”.

Mientras, en 1961, Fuentes viajó solo a Europa y Sudamérica, “para rellenar su equipaje cultural, tan desgastado por las inconsecuencias de México y su irritable vulgaridad”.

Allá terminó de escribir “La muerte de Artemio Cruz”. De regreso, Rita le presentó a su macho a una joven talentosa, llamada Paloma y Fuentes se la llevó de paseo a Acapulco. Pero ese viaje fue un quiebre en su relación con Rita: “cuando volvimos a hacer él amor” confiesa la actriz, “mi cuerpo ya no pudo responderle con la facilidad de antes”.

Sin embargo, a pesar de todos los pesares, se embarazó de él en 1962, al tiempo que filmaba “El ángel exterminador” de Luis Buñuel. Complicaciones del parto la dejaron fuera de la película, pero Buñuel la incluyó de pasadita en la escena final. En efecto, Rita Macedo aparece en esa película genial solo un par de segundos.

A la bebita la llamaron Cecilia (Fuentes no la quiso bautizar). En la fiesta de celebración, con todo y sus padres presentes, nuestro célebre novelista fornicó con una invitada, quien poco después se suicidó: una entre varias en la vida de Fuentes (otra más fue la actriz Patricia Ospina, seducida por el escritor). Mañana le seguimos con el chisme.

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// Eloy Garza

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Autor: Eloy Garza
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