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Por Félix Cortés Camarillo

Solo en mi soledad

solo en la inquietud

solo en la tristeza

solo en este desastre

solo, solo.

Luis Eduardo Aute, Solo

            Si el lugar común de los chinos afirma que una imagen dice más que mil palabras, la circunstancia actual que vivimos nos ha dado un duchazo de imágenes aleccionadoras. Desde los cadáveres tirados a la calle en Guayaquil, hasta los españoles aplaudiendo desde sus balcones a los héroes anónimos de uniforme, así sean batas médicas o de seguridad o de limpieza, o los enfermeros mexicanos que tienen que hacer manifestaciones mendigando cubrebocas.

            De esta enorme galería icónica me quedo con cuatro fotos de dos personajes fundamentales para nuestra vida, el Papa Paco y el presidente López. Las  imágenes comparten el común denominador de la soledad.

            Antes de la Semana Mayor el Papa argentino dirigió a la ciudad y el mundo –que así se llama– una de las dos bendiciones que cada año dirige a su grey; la otra se dará por la Natividad. La segunda imagen fue de la ceremonia del Domingo de Ramos. En la majestuosidad de la plaza y la Basílica de San Pedro, el Pontífice elevó la enjuta pequeñez de su cuerpo a proporciones de epopeya. Ahí solo, en la vasta plaza, Francisco citó el evangelio de San Marcos para luego reconocer la situación actual del mundo y se refirió a la tempestad que ha desenmascarado nuestras debilidades y borró el maquillaje con el que disfrazamos nuestros egos.

            El Domingo de Ramos, en la majestuosidad del patio central del Palacio Nacional, el solitario presidente López dirigió a una cámara y a los mexicanos su no sé cual informe de gobierno al pueblo de México –así le llama él– que esperaba un mensaje promisorio de soluciones para la crisis económica en la que la pandemia nos ha hundido. Escuchamos un reciclado de las peroratas matutinas, el presumido recuento de las dádivas entregadas a su clientela electoral y su empecinamiento en no cambiar el rumbo para aportar cambios rotundos a su conducción de la cosa pública. Resultó el parto de los montes.

            La segunda foto de Palacio es brutal: después haber cantado en solo el himno nacional mexicano, un  presidente de México enjuto, jorobado, cabeza gacha, regresó al área de Palacio Nacional que habita.

            ¡Cuán diferenes discursos!

            Pero sobre todo, siendo la misma, qué diferentes soledades. Para Francisco es una soledad dolorosa; para el presidente López la ausencia de todos los miembros de su gabinete es una manifestación de egocéntrica autosuficiencia; ratificación de quién es el que manda aquí, y asunción plena de que la política en nuestro país –toda la política– la maneja un solo hombre. Y háganle cómo quieran.

            No es nueva esta manifestación de soledad; Díaz Ordaz asumió la total responsabilidad por la noche de Tlatelolco. Echeverría le recordó a Hugo B. Margáin, su secretario de Hacienda que las finanzas se manejan en Los Pinos; López Portillo de un plumazo corrió a tres secretarios de estado fundamentales.

            Qué bueno que el presidente López nos recuerda un día sí y otro también que no son iguales a los anteriores.

PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque no puedo entrar sin tapabocas.- Señor Presidente, con todo respeto: ¿En la cooperacha «voluntaria» para financiar sus limosnas, después de los partidos políticos quien sigue? Se le va a acabar la clientela o a los mexicanos lo que les queda de lana.

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: Félix Cortés Camarillo
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