Por Federico Arreola
Si es tan ético, que el líder de los empresarios dé a conocer la lista de 15 compañías —grandes contribuyentes— que en conjunto deben impuestos por 50 mil millones de pesos, es de decir unos 2 mil 100 millones de dólares.
El presidente Andrés Manuel López Obrador está imposibilitado por ley para hacer pública esa lista. Pero pensó que no tenía impedimento alguno para enviarla, en privado, a Carlos Salazar, dirigente del Consejo Coordinador Empresarial.
Ya la tiene el ex director de Femsa, se la entregaron en su propia mano, tal como AMLO lo informó.
Un particular, como Carlos Salazar, puede dar a conocer lo que quiera. Ni pidió esa información ni la obtuvo en forma ilegal: se la envió el presidente de México.
Si el discurso de Carlos es todo lo ético que presumió en una videocharla con miles de hombres y mujeres de negocios; si por la moral decidió movilizar empresarios y empresarias inconformes con los planes de reactivación económica de la 4T; si, inclusive, fue su preocupación por la libertad de elección o por el bien común lo que le llevó a sugerir que quien quiera organizarse en el sector empresarial, lo haga para quitarle el poder a López Obrador cuando se dé la consulta para la revocación de su mandato; si no hubo falsedad en el economista Salazar, entonces está obligado con la sociedad mexicana toda a dar a conocer esa lista, moleste o no a propietarios, propietarias de las empresas que tienen cuentas pendientes con el fisco.
Carlos no tiene por qué consultar a nadie, excepto a su conciencia, para dar a conocer o no esa lista. Perderá el tiempo si busca un consenso con las otras organizaciones empresariales y con las empresas que deben tanto dinero en impuestos: le dirán que no las exhiba.
Si Carlos Salazar, que es un hombre absolutamente limpio, consulta solo a su conciencia, dará a conocer este mismo jueves la lista de compañías que no pagan correctamente sus impuestos.
Es la única manera de salir de la trampa en la que lo metió el presidente AMLO.
Porque si Carlos no lo hace, esto es, si permanece atrapado en la trampa, perderá su principal patrimonio: la autoridad moral.