Por Obed Campos
Amanece fresco este jueves santo en Monterrey. En la cochera de mi casa (vivo al sur de la ciudad) unas febriles y dulcemente ruidosas golondrinas reconstruyen su nido que se cayó en el invierno por accidente.
Los pajarillos regresaron a las ruinas de su casa hará unos 15 días, y, sin quejas, se pusieron a reconstruir.
Lo fresco de la mañana es una señal engañosa, porque el termómetro, dicen los que saben del tema climatológico, puede llegar a los 35 grados.
Se acaba la tercer semana de encierro, auto recetado y pronto obligado por ley.
Mínimo estamos a la mitad del camino de este auto aislamiento. Quedan unas tres o cuatro semanas más, como mínimo.
En la tele Luis Cárdenas de MVS no nos tiene buenas noticias, comenzando por aquello de que las cifras de los infectados por coronavirus, o Covid-19, o coronavirus, o, más rimbombante SARS-CoV-2, en realidad son ocho veces más altas que lo que nos habían platicado.
¿Le queda al doctor Hugo López-Gatell Ramírez, quien me dicen es experto en epidemias, el título de “Zar del Coronavirus”? Pues los apellidos dobles y rimbombantes, “muy fifís”, diría su jefe López, ya los tiene. ¿Por qué no acomodarle un título de una corona muerta hace casi 100 años o algo así?
Pero si de veras es el soberano del Covid-19, pues manda sobre él. ¿Por qué no le ordena que pare?
Y vuelvo a la receta del claustro con unas palabras de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, gobernador de Nuevo León, a propósito de las medidas ante la crisis de salud:
“Las empresas dejaron de funcionar a partir del viernes, desde el sábado andamos en friega en la calle con policía, helicópteros, perifoneos, hoy mismo vamos a bajar el uso del transporte público… Lo estoy viendo (lo de imponer un toque de queda), si la gente no hace caso lo tendremos que hacer, esta semana voy a probar si la gente hace caso, si lo hacen creo que podemos hacer que haga caso”.
Lo peor del asunto es que la gente no está haciendo caso. O no del todo.
Amanece fresco este jueves santo en Monterrey. En la cochera de mi casa (vivo al sur de la ciudad) unas febriles y dulcemente ruidosas golondrinas reconstruyen su nido que se cayó en el invierno por accidente…
Y entre tanto horror a la puerta, no me queda más que un consuelo:
Es horrible estar encerrado en un jueves santo, pero ha de ser mas horrible verse encerrado en una bolsa de plástico…