Por Francisco Tijerina Elguezabal
“La única verdad es la realidad.” // Aristóteles
Va siendo necesario poner
las cosas en perspectiva para dimensionar con justeza lo que está ocurriendo en
Monterrey.
Entre el dramatismo morboso de algunos medios que no saben hacer nota si no
tienen escándalo y las predicciones del fin del mundo de los sabelotodo de
siempre, se dibuja un panorama que no corresponde a la realidad de nuestro
entorno.
No existe en el mundo un manual o guía que indique cómo gobernar en medio de
una pandemia y la mejor manera de controlar la movilidad de una población que
se ve forzada a permanecer enclaustrada en sus hogares para no contagiarse.
Contamos, sí, con la experiencia de otros sitios en el mundo en los que el mal
se inició anteriormente y de sus reacciones, positivas y negativas, es que
vamos aprendiendo.
Existen en este momento dos tipos de personas: las que por fuerza deben salir
diariamente de sus hogares a trabajar y las que no tienen por qué salir, de
estas últimas hay unos que se empeñan en salir a las calles y hacer de cuenta
que nada está sucediendo y el Estado tiene la obligación de velar por su salud
y por la del resto de la población, por lo que debe encontrar los mecanismos
para resguardarlos.
Dado que a pesar de los múltiples llamados había quien no hacía caso, el
Gobierno del Estado tomó la decisión de restringir los horarios de servicio del
transporte urbano, guiándose por las horas pico de usuarios y los horarios
comunes de entrada y salida de empresas.
El resultado del primer día fue el previsible, entre gente que se apanicó y se
fue con más tiempo a tomar las unidades y quienes de plano no estaban enterados
y llegaron cuando ya no había servicio, lo que fue suficiente para que las
voces de la tragedia se dejasen escuchar con toda su estridencia.
Buenos para criticar, no he visto una sola propuesta para mejorar las cosas y
sobre todo, para impedir la movilidad en horarios no pico. Obvio, acciones de
este tipo requieren tomar decisiones y la forma más sencilla es adaptarse a
aquellas soluciones que beneficien a la mayoría y dañen a la mejor cantidad de
personas, pero resulta imposible el recortar la prestación sin afectar a unos
cuantos. Esto no es un traje a la medida.
No soy quien para defender al Gobernador, al Secretario de Salud o al Director
de Movilidad, en todo caso que lo hagan ellos, pero sí que puedo elevar mi voz
y mi queja contra quienes se empeñan en nublar el panorama, en destruir en
lugar de construir, en los que eternamente se quejan sin aportar ideas o
soluciones.
Le propongo que hagamos algo: pongamos la pandemia del Covid-19 en Nuevo León
en perspectiva y tratemos de ser objetivos.
Con 646 contagios y 14 personas fallecidas, nuestro estado está por mucho entre
los mejor ubicados del país en cuanto a la contención del virus, nada
comparable con los más de cuatro mil afectados y 270 muertos de la CDMX, los
2,455 casos positivos y 177 decesos del Estado de México o los más de mil 300
diagnosticados y 165 que dejaron de existir en Baja California Norte.
Jalisco pudiese ser un parangón con nuestra entidad y allá tienen 303 contagios
y 25 muertos.
Contra el resto del país, exceptuando la CDMX y Edomex, tenemos muchos más
habitantes y menos contagios o defunciones, lo que quiere decir que algo
estamos haciendo bien, sobre todo porque Monterrey y su área metropolitana
tienen una mayor posibilidad de contar con personas que hubiesen estado en
contacto con infectados de otros países o por la movilidad de nuestra zona
conurbada.
Y si estamos mucho mejor que el resto de México, ¿por qué el empeño de tirarse
a la yugular y crucificar a todo el gobierno por un programa de restricción de
transporte que ya anunció ajustes y que puede hacer muchas mejoras más?
Me parece insensato, incorrecto, incoherente e inmoral. Si nuestras autoridades
lo están haciendo bien, vamos a seguirlos apoyando, hasta que se demuestre lo
contrario en los hechos, no en las perturbadas mentes que insisten en verlo
todo siempre de color negro.
ftijerin@rtvnews.com