Por Félix Cortés Camarillo
Hace muchísimos años, en una charla íntima con el sabio Daniel Cosío Villegas, para mí el más calificado especialista en eso del ejercicio del poder, me confió uno de sus ejes troncales de pensamiento: el poder corrompe, eso lo sabemos desde antes de Lord Acton y el siglo veinte, me dijo. El poder absoluto, como se estila en nuestro país, los vuelve locos. Quien acuñó la frase admonitoria del “estilo personal de gobernar” se estaba refiriendo desde luego a Luis Echeverría, sujeto frecuente de su crítica, pero él sabía que se aplicaba a cualquier persona que fuera investida más tarde con la banda tricolor en el pecho y la mano alzada ante el Congreso.
En el principio fue el verbo, dice por ahí en sus primeros libros la Biblia. Tlatoani para los primeros mexicanos era el hombre que hablaba, el señor de la palabra. En nuestros tiempos y en varias lenguas llamamos dictador a quien hace de la palabra la ley, y así la dicta. ”Porque lo digo yo”, solía ser el único argumento que hace años daba solidez a una orden de nuestros mayores.
El presidente López, que debiera regirse por la instrucción de sus instituciones de salud, en lugar de reconocer su condición de adulto mayor con antecedentes médicos que lo hacen vulnerable, comenzó con un importamadrismo para pasar por un breve interludio de hechicería cristiana y acabar en una rebelde disciplina ante lo que sus propios cancerberos de la plaga determinan como obligaciones para los mortales.
El Gran Dictador es una excelente sátira de los sueños de grandeza de Adolfo Hitler, que sobre su escritorio hace del mundo una pelota que sus pies maltratan. A escala menor, lo que le pasaba al mundo entonces es lo que el presidente López quiere hacer con nuestro pequeño universo.
Lo único que me sorprende de todo este circo es que todavía hay gente que, mediante estipendio o sin él, sigan defendiendo a ultranza al pequeño dictador que aquí tenemos en las “benditas” redes sociales. Tal vez en eso resida su bendición.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque no puedo entrar sin tapabocas.: Señor Presidente, con todo respeto: ¿No se da cuenta o le hacen ver sus achichincles que se le está haciendo bolas el engrudo? Sus llamadas conferencias de prensa de las mañanas son cada vez más propaganda política y menos respuestas a preguntas reales.
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