Por Carlos Chavarría
La cúpula de la iniciativa privada debe hacer un ejercicio de reflexión muy profundo sobre el modelo de organización de la economía que desean so pena de caer sumidos en sus propias contradicciones.
En este proceso por el que atravesamos, el discurso de la conocida como IP insiste en que el gobierno federal debe rescatar a la economía con acciones directas para subsidiar las perdidas implicadas en la parálisis económica por la que atraviesa el mundo, debido a la reducción abrupta del consumo, y reclaman que las acciones del gobierno mexicano no solo son tibias e insuficientes sino que además están mal intencionadas.
Asumo que buscan algo parecido al programa que aplicó López Portillo para rescatar a las empresas endeudadas en dólares y que por cierto diseñó el expresidente Zedillo cuando trabajó en el Banco de México y que se llamó FICORCA. A veces dan la impresión de que reclaman algo similar a la compra de pérdidas bancarias y activos tóxicos, que también implementó Zedillo, ahora como presidente, debido al error de diciembre de 1994.
Aunque nada propusieron para salvar a cientos de miles de empresas que no pudieron transitar al GATT con De la Madrid y mucho menos a la entrada en vigor TLC en 1994.
Lo curioso de los programas antes comentados es que no cambiaron en mucho los estrepitosos efectos en el PIB con caídas de más de 10% en un solo año y no lo hicieron porque el gran bloque de empresas, las medianas y pequeñas, se las tuvieron que arreglar solitas con aquellas tormentas económicas, aquí y en el mundo entero.
¿Qué acaso ya olvidaron que el “ogro filantrópico” podría acabar engulléndolos si mucho insisten en que se socialicen las pérdidas derivadas del COVID19? ¿Será posible que no se den cuenta de que el verdadero problema de nuestro país reside en que cada vez le damos más poder sobre la sociedad al gobierno y por supuesto al presidente?.
¿Somos una economía liberal o no? Es muy curioso e incierto que por un lado queremos cada vez más libertad de acción para emprender y desarrollarnos, pero al mismo tiempo le pedimos al Estado que se tome atribuciones que van mermando esa misma libertad que enarbolamos. Con un presidente, además injerencista, que quiere suplir hasta el trabajo de los alcaldes y diputados y poner todas las decisiones en Palacio Nacional, se le estaría dando carta blanca para volver al pasado del que parece que la IP no quiere terminar de salir.
El más reciente ejemplo es la terquedad de convertir los problemas financieros de las empresas en deuda soberana garantizada por todos nosotros, mas aún, si ni siquiera las bancos mexicanos están dispuestos a prestarle a la IP y vaya que tienen recursos para prestar, ¿cuál es la fuente ideológica económica de la IP que exige salvación de quién más deberían abjurar?.
El verdadero enemigo del avance de México son los monstruos burocráticos públicos y privados que aparte de consumir sin retorno posible todo lo que producimos ya han mostrado su poca operabilidad y la prueba son los casi nulos resultados de sus operaciones en cuanto a reducir la vulnerabilidad económica del país.
Pero tan malo es TELMEX como la CFE, tan malas son las tiendas de Walmart y Soriana, como las CONASUPO, igual de mal hechas son las casas del antiguo INFONAVIT como las de los nuevos constructores privados, etc., el empuje que se vivió hacia la eficiencia con el TLC ya se perdió. Ya estamos de nuevo plagados de oligopolios privados acomodaticios y los monopolios públicos de siempre.
La mejor manera de salir adelante y desarrollar fortalezas que nos quiten la fragilidad que padecemos de siempre, es acabar con el poder absoluto de la figura presidencial, la obesidad del Estado (¿¡500 diputados!?) y el contubernio de las cúpulas con el gobierno de turno, y eso solo se logrará con unidad ideológica en fines y promover la competencia y no con salvamentos entreguistas.
