Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
Los amigos del presidente Andrés Manuel López Obrador, el empresario-político Ricardo Salinas Pliego y el político-empresario Manuel Bartlett Díaz, son el dúo incómodo de la 4T. Ellos no “retrazan” la transformación, trazan la corrupción y la impunidad: retrasan.
Los ilustres apellidos deslustran la propuesta política de Andrés Manuel. Para avanzar, la 4T tiene que prescindir de los amigos del presidente. Es fútil echarle en cara a Reforma, a Alejandro Junco de la Vega, que su periódico nació con Carlos Salinas de Gortari. Reforma, a pesar de sus excesos, ha sido necesario para el ejercicio de la crítica en México porque, aunque medio orgánico del poder económico, siempre ha sido crítico feroz del poder político.
¿Qué decir de Bartlett Díaz y Salinas Pliego? El segundo nació como gran empresario gracias a las concesiones de Carlos Salinas de Gortari y a los préstamos de su hermano Raúl. Si una empresa es originalmente salinista, es la de TV Azteca. El primero, con la caída del sistema, le tributó la Presidencia a CSG y, por consiguiente, inauguró el salinismo y la etapa más negra para los mexicanos al profundizar el neoliberalismo.
Reforma nunca ha sido salinista; Bartlett y Salinas Pliego, sí.
Cuando le preguntan al presidente sobre casos de corrupción e impunidad actuales, compadrazgos, amiguismos e influyentismo, siempre se sale por la tangente. Es innecesario que mencione a su hijo Jesús, un niño no tiene que estar en la lucha política, así sea sólo como referencia. El problema es que los mexicanos, y se supone que López Obrador, superamos la corrupción e impunidad pasadas, por eso lo elegimos, para que corrigiera, no para que las prolongara. El voto de castigo del 2018 fue eso, un castigo al PRIAN.
Ricardo Salinas Pliego insultó el derecho a la salud de los mexicanos, y puso en riesgo a muchos al contagio del coronavirus, al dictar a través de Javier Alatorre que no le hiciéramos caso al doctor Hugo López-Gatell. En política lo que parece, es. Y resulta que el hijo de Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad, ha sido beneficiado, sin licitación, con jugosos contratos de sus empresas. Si esto no es tráfico de influencias, no sabemos qué es. ¿Es legal su actividad y los sobreprecios? Tal vez, ese maldito mercado. Aquí no tenemos un problema, no lo sé a ciencia cierta, de legalidad sino de legitimidad, de inmoralidad, de voracidad, de aprovecharse de la terrible circunstancia sanitaria.
Andrés Manuel ya perdonó el exabrupto de Salinas Pliego. TV Azteca –Elektra seguirá estando abierta–, Banco Azteca y todo el Grupo Salinas seguirán siendo beneficiados por el erario de la 4T, el nuestro. López Obrador seguirá apoyando a Manuel Bartlett y al enriquecimiento familiar porque, lo vimos en el programa televisivo de John Ackerman, quien maneja con su esposa, Irma Eréndira Sandoval, la Función Pública del país, no sancionarán al hijo de Bartlett. Ackerman y Bartlett simpatizan, cuasi compadres.
No somos iguales, repite el presidente. Con todo respeto y con la pena, pero sí, son iguales. Y si AMLO no da un golpe de timón en la corrupción e impunidad de sus amigos, el dúo incómodo, de poco servirá tanto discurso mañanero. La viabilidad de la 4T depende de eso. No hay otra sopa: o haces o te haces.