Tristes guerras
Si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
Si no son las palabras.
Tristes, tristes
Tristes hombres
Si no mueren de amores
Tristes, tristes
Miguel Hernández, pastor de cabras y poeta de Orihuela
El presidente López ha navegado persistentemente en aguas dispares. Rechaza cotidianamente por un lado los modos políticos del pasado, que llama neoliberalismo, y en cada ocasión y decisión reincide en su modus operandi.
El más lamentable exceso en el ejercicio del poder por parte de Andrés Manuel, es su implacable respaldo racional, sentimental o lo que sea, del subsecretario de Salud, López-Gattel. Hace semanas, el presidente López, ampliamente criticado por no conservar la sana distancia de su entorno y no cubrirse con un bozal higiénico que su aparato sanitario entonces sugería, el presidente López dijo abiertamente que él se taparía la boca solamente cuando el zar de la epidemia mexicana se los indicaba. La semana pasada, cuando la crítica hacia el subsecretario Hugo, el presidente López rememoró sus tiempos de marcha por la calle de Bucareli gritando “prensa vendida” para repetir, apuntando al subsecretario López-Gatell, “no está solo”.
Es imposible, para los que seguimos puntualmente las manifestaciones del poder, no recordar la manifestación de Enrique Peña Nieto hacia su entonces secretaria de Estado, Rosario Robles, criticada entonces por el manejo del programa contra el hambre: “No te preocupes, Rosario”.
El rittornello del discurso presidencial ha sido permanentemente el que los gobernantes de hoy no son los del pasado, reciente y lejano. La insistencia en que no son los mismos choca con frecuencia con las manifestaciones de vicios recurrentes en la administración actual, como el apapacho efusivo hacia el eficiente comunicador pero dudoso especialista en epidemiología, López-Gatell, cuyos tropiezos con la matemática y los métodos de calificación ponen con demasiada frecuencia al descubierto la indudable realidad de que en el caso de la pandemia actual, nos están diciendo mentiras. Todos, encabezados por el apapachado subsecretario que el otro día fue a recitar Hambre, un poema menor de Miguel Hernández, el más grande poeta en lengua española del siglo veinte, para proseguir con su campaña de promoción personal rumbo a la sucesión presidencial, para desconcierto y preocupación del carnal Marcelo.
La política es el oficio de administrar la cosa pública, cuando se llega al poder. Creo que fue Octavio Paz el que dijo que el arte y la poesía son para decir mentiras, como aquella del amor y eso. Cuando la política pretende sustituir a la realidad, yo me quedo con la poesía. Especialmente con la de Miguel Hernández, pastor de cabras, quien murió a los 31 años de edad de tuberculosis, preso por haber sido republicano y comunista en la España de Franco. En la cárcel escribió su última colección de poemas, las nanas de la cebolla, porque su mujer e hijo no tenían para comer más de un trozo de pan y una cebolla.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque no puedo entrar sin tapabocas.: Señor Presidente, con todo respeto: los millones de dólares que mandan a sus parientes los paisanos que sufren en Estados Unidos, se van a acabar. Además, adjudicárselos como logro de su gobierno es una desvergüenza.
felixcortescama@gmail.com