Por Félix Cortés Camarillo
Mi mujer ya se cansó, y yo estoy a punto de hartarme de ver cada mañana al presidente López Obrador repitiendo cinco veces a la semana el infalible slogan de que los mexicanos somos gente buena, noble, honesta, trabajadora, honrada y digna de todo crédito; que el más sanguinario de los bandidos merece perdón y olvido y que debemos guardar los balazos para celebrar el fin de año y repartir diariamente abrazos a todo el que delinca o se la pase en la holganza; debiéramos hacer un alto en el camino y preguntarnos si las cosas son así.
Si eso así fuera, no amaneceríamos un día sí y otro también con las noticias inundadas de asesinatos, secuestros, violaciones, robos y fraudes. Si así fuera, la pobre red de poliductos que transportan los combustibles por el país no seguirían abundando en pinchazos que no tienen nada de improvisados ni las cuentas de venta de tantas gasolinerías no estarían tan descuadradas de las facturas que pagan a Pemex por el abasto de los mencionados líquidos.
Traigo esto a colación porque en más de una ocasión el presidente ha mencionado que prepara una nueva Constitución para los Estados Unidos Mexicanos.
Es obvio que se necesita. Cada presidente de México ha sentido el gusanito de acomodar la Carta Magna del país a su imagen y conveniencia: la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos es probablemente la más reformada y la menos respetada de todas. Cada reforma le ha transformado en más confusa para que cada quien la interprete a su gusto y le hace farragosa y, en momentos, contradictoria.
El país necesita una Constitución breve, concisa, sólida conceptualmente y pulcra en su redacción, como la de los Estados Unidos de Norteamérica que, con un puñado de principios y trece enmiendas que ajustan y rigen su aplicación, ha sido capaz de moderar a un país tan complejo, diverso y fuerte.
La perspectiva que se nos ha planteado a los mexicanos es una nueva Constitución “moral”. A juzgar por lo dicho por López Obrador, una constitución basada en la “cartilla moral” de Alfonso Reyes que se distribuye –dicen- a las personas de la tercera edad para que difundan su evangelio entre las nuevas generaciones.
Nada en contra del texto de mi paisano, pero su renovada cartilla que nadie ha visto fue hecha bajo pedido para una sociedad diferente y animada por una óptica conservadora, en la merita orilla del catecismo. Las referencias recientes a la Biblia, cada vez más frecuentes del presidente, apunta en la dirección de una Constitución más bien mojigata y limitativa en el campo de los derechos humanos, y no en un documento que esté palpitando al ritmo de nuestra era.
Bienvenida una nueva constitución pero una acorde con la modernidad que cada sexenio nos prometen y nos quedan a deber; no a un documento dirigido a seres etéreos, cayéndose a pedazos de bondad e inocencia que, como los ángeles, simplemente no existen.
PILON.- Como dicen los que salen en la tele: solamente les voy a pedir una cosa. Mañana domingo por favor, no chinguen a su madre. Donde quiera que esté, en la tierra, el cielo o en todo lugar, déjenla en paz porque le pueden llevar un contagio letal.