Noticias en Monterrey

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

¿Se puede forzar la solidaridad?


Por Carlos Chavarría

Nunca imaginó Luis Echeverría el daño que le hizo a la nación cuando lanzó aquella reforma educativa  dirigida al concepto de educación de masas y eliminó del curriculum escolar básico todas las materias que involucran la promoción de los valores e imperativos éticos con la rebuscada intención de introducir una versión muy tropicalizada del materialismo dialéctico y la lucha de clases como explicación de los procesos  históricos mexicanos y como motor de la superación de los individuos. Estandarte que ahora ha retomado la administración de López Obrador y la presión sube.

Ahora que ya se presentaron los límites impuestos por la realidad al desenfreno redistributivo de la presidencia, y que les urge encontrar donde sacar mas recursos para continuarlo, transforman su discurso e intenciones hacia la revalorización de la solidaridad  que de forma natural debía surgir en la sociedad bien educada y educada en el bien, hacia la compartición de lo propio con aquellos que se encuentran en situaciones más desventajosas.

Invocando hasta el misticismo más rancio como vía para “convencer” de que la pretensión de “forzar la solidaridad” o convertirla en otro impuesto es algo justificado moralmente.

Siempre desde el poder ha sido recurrente el uso del valor solidaridad para que al igualar la praxis de los valores en la sociedad fuese mas fácil la tarea de alcanzar  el tan anhelado Estado de bienestar, intención ahora retomada por todos los partidos “progresistas o de la nueva izquierda”.

La solidaridad es una dimensión central en el orden y  conflicto social y nunca ha estado ausente de las teorías más influyentes de la sociedad moderna, aunque algunos, como Echeverría, hayan intentado desaparecerla.

Muchos de los grandes pensadores, clásicos, modernos y contemporáneos han concebido a las relaciones sociales prototípicas modernas como verticales o atomizadas.

Se cree que la modernización ha aplastado los sentimientos de compañerismo y colaboración: sea por el consumismo y la cosificación impulsada por el capitalismo (Marx), sea por la burocratización y el ascetismo individualista (Weber), sea por la despersonalización de la conciencia colectiva que tolera el egoísmo y la anomia (Durkham). La postmodernidad incluso es vista como la intensificación del individualismo narcisista (Bauman) o como la creación de nuevas formas de control vertical como la “jaula disciplinaria” de Foucault.

La solidaridad debe ser motivada en los individuos  y no puede ser decretada, como no puede concebirse un patriotismo por ley.

Solo a través de la educación y el ejemplo desde muy temprana edad, los seres humanos aprendemos el dar y compartir para que todos estemos bien y mejor cada vez.

Cuando piensas en meterte a los hogares para quitarles algo que tienen, se rompe la cadena de gratificación moral que implica el ejercicio de  la volición personal que es la raíz de la  solidaridad real y efectiva, aquella que no necesita coerción desde el Estado.

Usar al Estado de bienestar como basamento para justificar un despojo le hace el peor favor a la promoción de valores, la solidaridad como el central a todo lo social, cuya continuidad es tan importante como necesaria.

Nada más aquellos cuyas mentes  están atadas a formas primitivas del ejercicio del poder, como el feudalismo o el estalinismo, se les puede ocurrir que despojando a unos se puede beneficiar  a algunos.

Sorprende aún más el hecho de que sea precisamente la “nueva izquierda progresista” la que insista con terquedad en destruir su promovido, el Estado de bienestar, antes de que se concrete en términos de nuevas políticas de crecimiento económico y desarrollo social.

Fuente:

Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

Etiquetas:

Compartir:

Autor: stafflostubos
Ver Más