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Por Félix Cortés Camarillo

No tiene realmente importancia el lodazal en que se han metido todos los involucrados en las manifestaciones de Jalisco por la muerte del joven Giovanni. La sospecha de que porros alquilados que estuvieron en Mexicali para impugnar la construcción de la cervecería ya olvidada estuvieron en las provocaciones de Guadalajara, tiene perfiles de legitimidad.

La institución del poder en este país ha sido desde siempre proclive a alquilar cuerpos y almas para infiltrar movimientos legítimos de protesta y provocar represión despreciable. El jueves de Corpus de 1971 en la capital del país nos dejó evidencias innegables y lamentablemente fatales, en el camino del Casco de Santo Tomás al Zócalo de Echeverría.

El cuerpo paramilitar de Los Halcones, oficialmente integrado para proteger la seguridad en el recién inaugurado metro de la Ciudad de México, reprimió una marcha en apoyo de los universitarios de Monterrey; primero los enfrentó con palos de bambú y armas de artes marciales de Oriente. Cuando no fueron suficientes aparecieron las armas de fuego.

Como suele suceder, las estadísticas del número de muertos es incierta; se asume que fueron arriba de cien jóvenes.

No es ocioso recordar que el miércoles, pasado mañana, se cumplirán 49 años de esa matanza atribuida por doquier a Luis Echeverría y ejecutada por un dócil Alfonso Martínez Domínguez, regente de la ciudad capital que tuvo que renunciar y dar por terminada su carrera política. Pero menos lo es tener en mente que los halcones tuvieron su origen en los porros universitarios, supuestos grupos de fans del futbol americano que escondían delincuentes extorsionadores para manipular y sobre todo amedrentar o simplemente golpear a los estudiantes rebeldes e inquietos, generalmente de izquierda.

Lo más importante, sin embargo, es que estos movimientos con los que nos hemos familiarizado están emparentados con la intolerancia, una de las características más frecuentes de la política en nuestro país, ya se ejerza desde el poder o en su contra.

El predicador presidente López ha llegado a los extremos del cristianismo: el que no está conmigo, está contra mí. No hay medias tintas. A propósito de la postura de Enrique Krauze -a quien quiso ridiculizar tildándole de “Enrique Alamán Krauze”- definió su propia postura radical: o se es defensor de la Cuarta Simulación a ultranza guerrillera o es un opositor a destruir. No se puede, como en el bolero, amar y odiar al mismo tiempo.

Eso se entiende en un romance, pero no en la conducta del presidente de todos los mexicanos. El mundo no es en blanco y negro sino en una amplia gama cromática que debe incluir todas las diversidades por cuya defensa en el mundo miles de personas se manifiestan luego del asesinato en Minneapolis. Vamos a una polarización que no augura nada bueno.

PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque no puedo entrar sin tapabocas.: Señor Presidente, con todo respeto: ¿Eso de la autosuficiencia de combustibles es una broma, verdad?

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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