Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
Nuestros historiadores creen que las catástrofes en Nuevo León, y enfáticamente en Monterrey, son las inundaciones. Tienen razón, Monterrey no tiene historia sin sus inundaciones. Desde la Colonia hasta el “Gilberto” o el “Alex” la ciudad ha sido marcada por huracanes o tormentas tropicales. Aventuro una hipótesis: más daño han hecho nuestros políticos. Más que damnificados por la naturaleza, somos damnificados por la política.
Nuevo León ha tenido excelentes gobernadores de derecha que le dieron sentido histórico e identidad a la entidad (muy cuestionables en otros rubros, me apresuro a aclarar), ellos ya están en el ADN de nuestra cultura clasista. Así Santiago Vidaurri, Bernardo Reyes, Alfonso Martínez Domínguez o Jorge Treviño. Sin ellos el estado no sería lo que es, sobre todo en equipamiento e inversión.
Nuevo León no da para que la izquierda nos gobierne. El más sensato que hemos tenido es Raúl Rangel Frías, su legado fue la cultura, parte esencial de su convicción humanista. Después de Raúl perdimos el rumbo. La política se sometió completamente a los designios de Eugenio Garza Sada hasta la violenta ruptura con el echeverriato y, tras su ejecución, la imposición desarraigada de Pedro Zorrilla.
La hipócrita separación del poder político del poder económico y social se dio con Alfonso Martínez Domínguez: para respetar, impuso respeto tanto a empresarios como a impostores de la izquierda, como Beto Anaya y “Tierra y Libertad”. Con Alfonso vivimos esplendor en la inversión social y dictadura contra nuestras voces críticas. Desde Bernardo Reyes nadie ejerció el poder político como Martínez Domínguez… y el garrote.
El último gobernador con pretensiones de estadista fue José Natividad González Parás. Entre sus aportes el Paseo Santa Lucía que desemboca en el Parque Fundidora (ahora cuasi privatizado), la línea dos del Metro y un muy cuestionable Foro Universal de las Culturas. Su legado, sin embargo, fue opacado por su decisión sucesoria. Pensó más en el PRI o en sí mismo, ya que no quiso lo mejor para Nuevo León. Al imponer a Rodrigo Medina de la Cruz como candidato, Nati cercenó la continuidad de su proyecto histórico. Con Rodrigo Medina el latrocinio fue la forma cotidiana de gobierno.
La candidatura debió ser, desde entonces, para Ildefonso Guajardo. González Parás cometió el peor error político e histórico de su vida. Es corresponsable de dos de los peores sexenios que hemos tenido, el del corruptísimo Rodrigo Medina y, tras el voto de castigo, quien no canta nada mal otras pútridas rancheras, como lo es Jaime Rodríguez Calderón.
Las catástrofes políticas son peor, para la vida ciudadana, que las catástrofes naturales. Rodrigo Medina y Jaime Rodríguez Calderón son los grandes negativos de la elección del 2021. Volvamos al lenguaje, en época de peste, de coronavirus, no es exagerado expresar que “ambos dos” están apestados.