Por Félix Cortés Camarillo
Todo aquel capaz y habilitado para emitir una opinión -y en nuestro país somos arriba de cien millones de personas- se ha volcado en elogios hacia las habilidades políticas y de negociación que en el Congreso ejercieron para aprobar sin chistar a los cuatro nuevos consejeros del INE. Todos sabemos que el Instituto Nacional Electoral es la joya de la corona de las instituciones que no dependen del Ejecutivo y que el presidente López quiere inhabilitar y ponerla bajo su férula. Y va por ella.
Yo en realidad no encuentro la bondad de que John Ackermann, el marido incómodo, haya visto cebadas sus intenciones de imponer a una incondicional suya en uno de los asientos que se liberaron.
Tampoco considero a Lorenzo Córdova, cabeza del INE como un digno sucesor de José Woldenberg o María Marván Laborde. Córdova es un palurdo racista de ilustre apellido que va a sucumbir a las maniobras del presidente López.
Éste último se ha empeñado en desarmar el aparato deficiente de una democracia que los mexicanos no hemos podido acabar de integrar. Una de sus más lamentables víctimas es la entrega de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cuyo desempeño ha sido más bien lamentable por su empeño en defender a los criminales el lugar de a las víctimas, para regalársela, por derecho de sucesión, a la hija de Rosario Ibarra de Piedra. La señora Ibarra de Piedra y su hija, que hoy manda en la CNDH, convirtieron la desaparición de su hijo, un guerrillero de la liga comunista 23 de septiembre, en banderola para obtener posiciones y prebendas políticas.
Simultáneamente, y por la vía del estrangulamiento de los fondos públicos, están sucumbiendo las organizaciones no gubernamentales que el presidente López detesta porque no puede dominar. Fundaciones de asistencia privada, que entraron al quite donde los organismos gubernamentales de asistencia fallaron, han visto cómo languidecen sus huertos de apoyos financieros, por el camino fiscal o simplemente financiero.
La confesión llana del presidente López de que su programa de acción es dejar el primero de diciembre de este año todos los cambios institucionales que ha hecho introducir en la Constitución para que nadie pueda cambiarlas. Al menos en un futuro inmediato.
Ni marchas de autos con banderolas y letreros, ni los manifiestos exquisitos llamando a un frente común para sacar del poder al presidente López: las cifras de una economía en desastre, que son implacables y que con cada medida sorpresa de populismo militarizante disfrazado de un profundo amor por los humildes se ve más hundida, se harán cargo. Aunque eso puede ser lo más doloroso que nos puede pasar.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA PORQUE NO ME DEJAN ENTRAR SIN TAPABOCAS: Con todo respeto, Señor Presidente, en serio, en serio, ¿se tardaron 19 meses en darse cuenta en su equipo que en el desierto del norte de California quema mucho el sol? O será que ¿quema más la luna?
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