Por Obed Campos
Yo no sé, pero me lo sospecho: la mala calidad de las obras públicas “de ingeniería” son tan malas aquí en Monterrey, como en cualquier otra villa, pueblo, congregación, ranchería o ciudad de la República Mexicana.
A que viene mi comentario, pues a lo que publica hoy mi hermano Eloy Garza:
“Una tormenta como la actual nos desquicia, nos ahoga, nos deja sin casas ni negocios, pero el drenaje pluvial sigue igual que hace 50 años: insuficiente, parchado, indigno de nuestra zona metropolitana. Algunos planes habrá y algunos alcaldes heroicos sí salieron a ayudar a la gente sin casa ni consuelo”.
Y le concedo razón a Eloy. Al menos en la capital de Nuevo León hace 50 años que no se planea siquiera la modernización del drenaje.
Dirán los que no son de aquí que es porque casi no llueve, lo cual es cierto en la mayor parte del año, pero luego caen tormentas con medio metro de precipitaciones como las de este fin de semana.
Ayer mismo decía yo que “el fenómeno” del huracán “Hanna” no es tan fenomenal, porque cíclicamente, cada cierto tiempo, los ciclones vienen a descargar su furia contra la Ciudad de las Montañas y de eso hay evidencia hasta en la prehistoria.
Pero lo que le da el coctel perfecto a este embudo que es el Valle de Extremadura, con las malas obras de drenaje, es lo cochino y cochinas que somos los y las habitantes de Nuevo León.
Adjunto a este texto una foto que se hizo viral ayer en redes sociales de miles de kilos de basura y botellas desechables que tapaban una alcantarilla.
Así, con cultura de puercos, como la que tenemos los regios, no habrá obra pluvial que aguante.
Hay que reconocer que la calidad de los pavimentos está para llorar, pero si no ayudamos a que no se tapen las alcantarillas, seguiremos ahogándonos cuando la porqueriza del agua enlodada nos llegue a las orejas.
