Por Obed Campos
Los panistas de Nuevo León arrastran la cobija por el suelo, tras años y años de gobiernos corruptos que los hicieron perder “la joya de la corona”, como ellos llamaban a San Pedro Garza García y la capital del estado, que llevaba al menos tres alcaldes albiazules al hilo.
Pero eso no les quita la soberbia…
Es por ese pecado que los panistas perdieron hasta la camisa (por no decir que prendas más íntimas) en las pasadas elecciones, pero ahora, siguen sin aprender la lección.
Porque, nota para los ingenuos, El PAN en Nuevo León no tiene líderes o dirigentes. El PAN en Nuevo León tiene dueños y concesionarios y no tiene miembros o partidarios o militantes sino lacayos.
En el albiazul se acabó la alta membresía con los empresarios de rancio abolengo, y ahora, con miras al 2021, en vez de buscar la redención de sus pecados, los panistas se alían con otro soberbio, el junior que quiere ser gobernador a como de lugar, Samuel García.
Y para aliarse con el Movimiento Naranja, los panistas, los mandones del partido, piden nada más el 80 por ciento de los curules y llevar mano en la designación de los candidatos a los 51 municipios.
¿Cree usted que van a ser gratis las candidaturas a diputaciones locales y federales que van a repartir Mauro Guerra Garza y Raúl Gracia? Esas tienen un costo y la moneda de cambio muchas veces no es económica ni política.
Mauro Guerra Garza, quien por cierto cumplió años ayer, lo único que ha logrado es darle el tiro de gracia al otrora respetable Partido Acción Nacional en Nuevo León, el cual convirtió en agencia de empleos… para sus familiares y más allegados.
Raúl, que no tiene ninguna gracia más que el apelativo, hace lo mismo, en un afán de comprar voluntades acomodando a sus adeptos en puestos chicos, medianos y grandes.
Ese, como dirían los caricaturistas, es el olor que hiede de la panadería en Nuevo León.