Por Témoris Grecko
(Opinión tomada de las redes sociales)
No hace falta ser antiobradorista para percibir que el presidente se está pasando en su diatriba diaria contra los medios (particularmente Reforma), que su derecho de réplica parece más bien piel delgada y reflejo obsesivo. Tampoco hace falta ser obradorista para constatar que la libertad de expresión nunca se ha podido ejercer a plenitud en México, que definitivamente no está ahora peor que en los sexenios pasados y que, en la medida en que los más asiduos críticos del gobierno pueden manifestarse cómodamente desde las tribunas de mayor alcance (Televisa, Televisión Azteca) y penetración en ciertas élites (Reforma, Nexos, Letras Libres), de hecho es ahora más amplia.
Ya se manifestaban desde esos mismos medios, es cierto. Pero no eran críticos del gobierno, eran aduladores, reproductores serviles de la línea oficial, y como tales, durante décadas, se beneficiaron económicamente y se hicieron cómplices de quienes les ponían la mordaza a otros, a veces asesinando a nuestros compañeros, frecuentemente con amenazas, boicoteos publicitarios, despidos y espionaje, y de manera cotidiana, excluyendo a las voces críticas de esas sonoras tribunas.
Entre las 650 firmas, sin duda hay muchas personas decentes, con inquietudes legítimas, auténtica preocupación por los excesos verbales de López Obrador. Otros podemos señalar, además, que al uso arbitrario de la publicidad oficial para premiar a alineados y castigar a críticos se le han puesto limites, pero no fin, como se puede observar en la lista de medios beneficiarios del presupuesto público de 2019.
Sobre todo, tenemos que señalar que siguen matando periodistas al ritmo que lo hicieron con Peña Nieto, la 4T no nos está protegiendo mejor que los del PRI y del PAN. Pero es mentira que haya «llegado la censura», porque dicen lo que quieren como siempre, y si bien es cierto, reprobable y cuestionable que haya casos que efectivamente parecen revelar un uso faccioso de las sanciones administrativas y los amagos judiciales, no dejan de ser eventos puntuales que no permiten establecer un patrón de conducta que se asemeje al que existía en gobiernos anteriores.
No nos hacen tontos: les quitaron los contratos, cientos de millones de pesos en asignaciones a dedo. Eso duele más que la incontinencia verbal de López Obrador. Duele más que las agresiones que se dan en el ambiente tóxico que genera esa incontinencia y que sí están ocurriendo pero no contra los privilegiados, sino contra los reporteros de a pie. Si les siguieran pagando servicios y publicaciones, no estarían haciendo ruido.
Según académicos que recibieron invitaciones para sumarse a la carta, el promotor es Héctor Aguilar Camín, de Nexos. Los responsables de la publicación, Bartra y Valdez Ugalde, son parte de o cercanos a su grupo. Cientos de firmas de personas honestamente preocupadas se han dejado envolver, de hecho, por las de quienes no hicieron ruido en sexenios pasados, por las de muchos que callaron mientras gobiernos de todos los niveles asesinaban colegas -sí, callaron-, por las de otros que justificaron al poder, que lo sirvieron bien haciendo una parte del trabajo sucio, la de engañar a la sociedad manipulando informativamente, por ejemplo, violaciones de derechos humanos como las de Ayotzinapa, Tlatlaya, Narvarte y Nochixtlan.
No puede tener legitimidad una carta en defensa de la libertad de expresión signada por prominentes cómplices -en tanto que comparsas silenciosos o bien justificadores intelectuales del poder- de las persecuciones contra la libertad de expresión del pasado.
No veo un mea culpa. No leo un reconocimiento de su papel que les permita ahora elevar la voz con credibilidad. No aparece un señalamiento de los abusos del pasado que ayude a entender qué tanto más o menos grave les parece lo que ocurre ahora.
Al concluir advierten, correctamente, que la estigmatización desde la presidencia puede tener consecuencias fatales, algo que López Obrador no entiende que no entiende. Pero no explican cómo es que están preocupadísimos por quienes posiblemente quedan expuesto a la violencia sólo ahora y no cuando eran socios del poder.
Comparto la necesidad de pedirle al presidente que se comporte como presidente y no como jefe de facción. Pero no podemos ni olvidar de dónde venimos, ni exagerar lo que está ocurriendo ni ignorar con quién firmamos a la hora de protestar.