Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
El presidente Andrés Manuel López Obrador y su esposa, la señora Beatriz Gutiérrez Müller, emprendieron una cruzada inútil: que España y El Vaticano pidan perdón por lo acontecido hace quinientos años en la llamada Nueva España; también desean que el penacho de Moctezuma regrese a México. ¿A los mexicanos de hoy nos interesa un perdón histórico? No. ¿Ver en el Museo de Antropología el penacho? Tampoco.
Los pueblos originarios son eso, pueblos. El colonialismo se resolvió en mestizaje y la multiculturalidad es nuestra identidad. ¿Quién celebra las atrocidades de los aztecas en poemas? Ramón López Velarde, siempre exacto, celebró mejor a Cuauhtémoc que a Moctezuma, nuestro joven abuelo, en su “Suave Patria”.
Las contradicciones de la 4T son insuperables. ¿Por qué esconder la estatua de Cristóbal Colón? Si somos mestizos, ¿por qué esa estancada visión de los vencidos? ¿Acaso la bisabuela materna de López Obrador no fue originaria del Cantábrico? ¿Acaso Beatriz Gutiérrez Müller no tiene ascendencia alemana? Esconder a Colón no anula la historia. ¿Quién de los cónyuges le pedirá perdón a los pueblos originarios por la construcción del Tren Maya?
Beatriz y Andrés Manuel no desean una conversación, exigen una rendición histórica y cultural. Mejor que lean este pasaje de Carlos Fuentes de El Naranjo:
“Ésa es quizás la verdadera estrella que cruza el mar y hermana a las dos orillas. Los españoles, debo aclararlo a tiempo, no lo entendieron al principio. Cuando llegué a Sevilla montado en mi estrella verbal, confundieron su fugacidad y su luz con la de un pájaro terrible, suma de todas las aves de presa que vuelan en la oscuridad más profunda, pero menos aterradora por su vuelo que por su aterrizaje, su capacidad de arrastrarse por la tierra con la mercúrea destrucción de un veneno: buitre de las alturas, serpiente del suelo, este ser mitológico que voló sobre Sevilla y se arrastró por Extremadura cegó a los santos y sedujo a los demonios de España, a todos espantó con su novedad y fue, como los caballos españoles en México, invencible.
“Transformada en monstruo, esta bestia, sin embargo, era sólo una palabra. Y la palabra se despliega, en el aire de escamas, en la tierra de plumas, como una sola pregunta: ¿Cuánto faltará para que llegue el presente?
“Gemela de Dios, gemela del hombre: sobre la laguna de México, cabe el río de Sevilla, se abren al mismo tiempo los párpados del Sol y los de la Luna. Nuestros rostros están rayados por el fuego, pero al mismo tiempo nuestras lenguas están surcadas por la memoria y el deseo. Las palabras viven en las dos orillas. Y no cicatrizan.”
¿Cuánto faltará, Beatriz y Andrés Manuel, para que llegue el presente? ¿Cuándo la cicatriz?