Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Yo refuto, tu refutas, él refuta, nosotros refutamos, ellos refutan.” // Yomero
Fácil y sencillo, como todo lo que hacen, a los integrantes de la LXXV Legislatura del Congreso de Nuevo León les parece muy cómodo el emitir un exhorto al gobernador que envíe una propuesta para ocupar la Contraloría estatal que ha carecido de titular por casi 90 días.
Pero el problema no es hacerlo, sino que cuando así suceda los mismos legisladores se encargarán de desacreditarlo y habrá que buscar a otra persona y será el cuento de nunca acabar, por la simple y sencilla razón de que no están en contra de cualquier perfil, sino de que la designación no está en función de perfiles o capacidades, sino de una negociación en la que los diputados buscan obtener “algo” a cambio.
Conminar al Ejecutivo a enviar una propuesta es algo que se puede resolver de manera sencilla, el problema es que si se manda un nombre, el que sea, seguramente será rechazado y una vez ocurrido esto será muy difícil volver a plantear el que esa misma persona ocupe el cargo.
Son refutadores profesionales, están negados a todo, como diría un amigo: “ningún chile les embona”, pero claro, cuando los términos y condiciones son “propicios” son los primeros en aprobar y aplaudir a la persona propuesta.
¿Cuál ha sido el problema con el Sistema Estatal Anticorrupción? El manoseo, la grilla, la politiquería, el interés de los partidos, la pretensión de avasallar y quedarse con todas las canicas, el insistir en el cómo no antes del cómo sí.
¿Con qué autoridad moral los diputados plantean un punto de acuerdo para que el gobernador les envíe una propuesta para ocupar la Contraloría si todos sabemos de antemano que lo van a batear y van a venderle cara, muy cara, la aprobación de esa propuesta?
Cuando nuestros legisladores empiecen a pensar en función del avance y progreso de Nuevo León antes que en su beneficio personal o de partido, seremos capaces de progresar, pero como eso no ocurrirá tendremos que seguir viendo las patéticas escenas de diputados como Horacio Tijerina desgarrándose las vestiduras en aras del cumplimiento de una ley que ellos mismos se encargarán, a la vuelta de la esquina, de imposibilitar.
Son refutadores, incumplidos y cuentistas.
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