Por Félix Cortés Camarillo
Ciertamente, el término vacuna viene de la palabra vaca. En 1798 el científico inglés Eduard Jenner, que había escuchado de una mujer que ordeñaba vacas, la frase mágica: “a mí no me va a dar viruela porque ya me dio la viruela de las vacas”.
A partir de ese simple concepto, Jenner se aventuró infectando con una dosis mínima del virus de la viruela vacuna a un chamaco. Al niño le dolió el piquete un par de horas, pero no le dio viruela de las vacas. Poco después Jenner infectó a otro niño con el virus de la viruela humana. El resultado fue el mismo.
Jenner había descubierto el principio de la vacunación, que la mujer que ordeñaba vacas le había sugerido: la mayor parte de las enfermedades, una vez contraídas por el humano, difícilmente regresarán si uno sobrevive a ellas. Por lo tanto, si se inocula ese mal en dosis menor y área controlada, se producirá una mini enfermedad, que garantiza la inmunidad futura. Como la que sufrimos muchos de nosotros de niños en el antebrazo derecho, la vacuna que se hinchaba, purulaba y desaparecía luego.
Más de medio siglo después de las pruebas del poeta inglés, en Francia, Louis Pasteur se dio cuenta del accidental hallazgo de Jenner. Desde entonces el término vacuna se hizo universal. Desde entonces se ha podido erradicar, por medio de las vacunas, enfermedades como la viruela, el tétanos y particularmente la poliomelitis.
En la crisis ideológica que estamos viviendo ahora, el mundo -especialmente el mundo de las finanzas bioquímicas que inventó Bayer- se encuentran a la caza de un mercado mundial para poder venderle ipso facto la vacuna para el Covid 19.
Cara, barata, inmediata, pospuesta, en porciones, lo que sea. Los laboratorios del mundo andan buscando clientes.
Los políticos están esperando muertos.
El que traga mas saliva come más pinole, dice la sabiduría nacional.
El que se arregla con los políticos que se hacen carga de la compra de las vacunas, será el campeón.
PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿si mi salario mínimo se duplica mañana, podré comprar dos kilos de carne en lugar de uno?
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