Por Francisco Tijerina Elguezabal
“…pero lo bailado quién me lo quita.” // Refrán popular
De nada sirven los llamados de las autoridades y los especialistas pidiendo que la gente siga en casa para no contraer el coronavirus; en México somos fiesteros y aquí lo importante es reunirse con la familia y los amigos para pasar la Navidad.
De poco importa la alta ocupación hospitalaria o el número diario de contagios y fallecidos, hay que cumplir con todos y para ello se requiere salir a las calles a olvidarse de la sana distancia y comprar regalitos.
Una buena parte de esas personas que hoy atiborran tiendas, puestos, centros comerciales, camiones y demás, ha visto mermados sus ingresos en el 2020 y no pocos de ellos no tienen trabajo, pero puede más la tradición que el miedo y sobre todo que la prudencia, de manera que al son de “a mí no me va a suceder, al cabo somos familia”, ya se dan los últimos toques a la reunión de Nochebuena.
Y ya veremos cómo nos trata el inicio del 2021 cuando en sus primeros días veamos si el Covid-19 tuvo alguna consideración con los regiomontanos y les dio una tregua o si, como todo parece indicar, volveremos a vivir un dramático repunte de casos que nos acerque a la nada envidiable situación que se vive en la capital de la república, el Estado de México o Baja California en donde de plano no hay espacios en los hospitales para atender a los enfermos.
Y mientras muchos se dedican a emular a los peces en el río, aquellos que “beben y beben y vuelven a beber”, y comparten viandas y se dan de abrazos y besos, y hasta rompen la piñata con las colaciones, otros siguen enfrascados en la batalla contra el mal, metidos en turnos de 12 y 24 horas en los hospitales buscando salvar vidas. Así de contrastante es nuestra vida hoy.
Lo dije antes y hoy lo repito, salen revelándose ante el encierro y la situación, salen para olvidarse de los problemas, de la crisis económica, de haber perdido el trabajo, de discutir a toda hora con la pareja o de tener que aguantar a los hijos que tampoco aguantan un minuto más encerrados.
Pero el precio que hay que arriesgar es demasiado alto, porque no se trata de posición económica o de un asunto de familia; cualquiera se puede contagiar y te lo puede transmitir; un asintomático es mil veces más peligroso que alguien que presenta gripa o tos.
La recomendación es permanecer en casa y pasar la Navidad con el núcleo familiar, los más cercanos únicamente. Cada quien en su conciencia, cada quien en su persona sabe si se la juega o no.
Está visto que las vacunas tardarán en llegar y en que su posible efecto paliativo detenga el avance del mal y lo más triste es que si ya hemos aguantado diez meses así, ¿por qué no aguantar un poco más?
¡Felices fiestas en casa!ftijerin@rtvnews.com