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La ilusión viaja en tranvía

Por Félix Cortés Camarillo

En un desesperado esfuerzo doble del gobierno de la cuarta simulación, se ha armado un magno espectáculo mediático en torno al espaciado llegar de las vacunas para prevenir -ojo, prevenir- el contagio del Covid 19. Los aviones enormes que traen a México pequeños contenedores con más pequeñas cajas de alta congelación dentro con una supuesta panacea que no va a alcanzar para todos, son parte de ese montaje. El esfuerzo es doble porque tiene la intención de mitigar el creciente descontento que provoca el cada día mayor número de contagios, pero sobre todo de muertes por el mal. Peor aún: se trata de utilizar el sin duda costoso esfuerzo para cultivar el año que está por iniciar y que casualmente es electoral, votos a favor del partido del partido propiedad del presidente López a raíz de la ilusión.

La ilusión ya no viaja en tranvía como en los años cincuenta de Luis Buñuel: ahora lo hace en Boeing 737.

Sería muy torpe de mi parte oponerme al surgimiento de esperanzas e ilusiones con la llegada de tales instrumentos, las vacunas, a los que se atribuye una efectividad por encima del noventa por ciento. Muy pronto tendremos oportunidad de ratificar o rectificar esa presunción. Y uno esperaría que sea cierta. Todos los individuos, todos los grupos sociales necesitan permanentemente de esos motores emocionales, que impulsan todo su esfuerzo por hacer las cosas mejores, especialmente su entorno y calidad de vida. El lobo y el tigre se mueven por instintos: el hombre es el único animal de la Creación que actúa movido por sueños, por esperanzas, aunque a veces resulten inútiles.

Pero lo que está pasando en México con las vacunas va más allá del sueño romántico que deviene ilusión. Cuando una creciente mayoría de mexicanos estamos convencidos de que el aparato burocrático en el poder nos engaña todos los días, en función corrida de mañana, tarde, y noche con las cifras de camas y hospitales, contagiados y entubados, fallecidos y curados, ya no podemos tragar el cuento de que la llegada de tres mil dosis de vacuna -que sirven para mil quinientos mexicanos- significa el principio del fin de la pandemia: el optimismo no se construye con frases.

La vacuna no es una panacea ante un virus que está demostrando una imprevista capacidad de mutación. Mucho menos cuando las cifras prometidas de dosis que llegarán este año electoral, no van a alcanzar para todos los mexicanos. Peor aún, si dentro de los posibles receptores de la inoculación no están los menores de edad: cierto que su posibilidad de contagio es menor. Mayor es, sin embargo, su inclinación a ser portadores del virus, especialmente cuando la juventud es necesariamente proclive a las reunión y a la intimación descuidada.

No es necesario documentar nuestro optimismo. Simplemente hay que moderarlo.

PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿realmente es tan importante la marca y el precio de las blusas que usa su señora esposa en los videos de propaganda? Hay muchas cosas más importantes que atender.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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