Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Investirse en El Mirador es cegarse. El PRI medinista no mostró músculo, mostró flacidez. La aventura de Adrián de la Garza no es ventura política. No sé si Adrián sea un buen tipo, no lo conozco. Me dicen que, como policía, es excelente. Habría que preguntarle a quienes jodió, como a Fernando Larrazabal.
Hoy Adrián está solo. La comida del Mirador fue la constancia de su soledad. ¿Fue Cristina Díaz? A Cris le importa reelegirse, no Adrián. ¿Fue César Garza? A César le importa reelegirse, no Adrián. ¿Fue Ildefonso Guajardo? A Ilde le interesa una diputación pluri, no Adrián.
El Mirador enceguece, se cree que la imagen hace política cuando la política es de sótanos, vampírica. Es cierto, la luz contamina las fotografías.
Adrián de la Garza tiene el dinero para su campaña, pero está solo. Lo aventaron al infortunio. Su campaña la maneja Rodrigo Medina y Francisco Cienfuegos. Adrián es un dependiente. Su movilidad política carece de sustancia. Ni la codicia ni la malicia de Rodrigo ni de Paco, a pesar del hermano incómodo que tiene Adrián.
En la lucha por el poder, hay que joder. Como procurador, Adrián creó enemigos. Como alcalde, inventó amistades. Los segundos no perduran, los primeros, sí. La compañía de Francisco Cienfuegos disminuye la candidatura de Adrián quien, en este proceso, no obtendrá algo. O al menos un proceso que lo contamine con los procesos que tiene la Unidad de Inteligencia Financiera en contra de Rodrigo y Paco.
La mesa del Mirador fue una mesa de derrota. Entiendo la asistencia de Cristina Díaz y de César Garza. José Natividad González Parás y Sócrates Rizzo asisten, no aplauden. El PRI medinista sigue en descomposición. No hay decoro en la política. Derrota anticipada, los ausentes pesan más que los presentes.
La soledad política de Adrián de la Garza. “Esta pinche soledad”, tal vez pensaría el candidato. No lo sé.