Por Javier Treviño.
El poder de la democracia
Todos recordamos la famosa frase de Winston Churchill, dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial:
«La democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que se han probado.»
Winston Churchill
El poder de la democracia de los países de Europa y Estados Unidos vencieron a las fuerzas totalitarias que pretendían dirigir al mundo. Fue el comienzo de un período de paz y prosperidad.
El discurso de Joe Biden del miércoles pasado defendió la democracia en un momento en que está bajo asedio. El autoritarismo, encabezado por China, es un riesgo para la paz internacional. Biden dejó en claro que la democracia es la forma de gobierno correcta. “Tenemos que demostrar que la democracia todavía funciona, que nuestro gobierno todavía funciona, y puede cumplir con la gente”, dijo durante su discurso en el Congreso. “Aquellos que creen que la democracia estadounidense no prevalecerá están equivocados».
En marzo, el presidente Biden dijo:
«Es absolutamente claro que ésta es una batalla entre la utilidad de las democracias en el siglo XXI y las autocracias.»
Joe Biden, Presidente de EU.
La incompetencia también puede erosionar a las democracias.
Y apenas unas horas antes de su discurso del miércoles por la noche, Biden dijo en una entrevista que los historiadores dirían si la democracia funcionó o no en el siglo XXI. “La pregunta es: en una democracia que es tan genial como la nuestra, ¿se puede lograr un consenso cuando compite con la autocracia?”
El tema principal del presidente de Estados Unidos es que la democracia es la mejor forma de gobierno, a pesar de todas las demás. China sostiene que su tipo de capitalismo autoritario es predecible y produce prosperidad, mientras que el modelo estadounidense es socialmente divisivo, políticamente impredecible y económicamente imprudente».
Democracia contra autoritarismo es también el tema de discusión en México hoy. Leí con atención la columna de Federico Arreola de ayer, “¿Qué le picó a Castañeda? ¿En serio Biden debe intervenir en México contra AMLO?” Coincido en que no se puede calificar al Presidente de México como “dictador” o “tirano”. Me parece una exageración. AMLO es un demócrata, aunque su equipo de gobierno tiene problemas de funcionalidad y desempeño. La incompetencia también puede erosionar a las democracias.
Hace algunos meses leí el extraordinario libro “Strongmen: From Mussolini to the Present”. Escrito por Ruth Ben-Ghiat, profesora de historia y estudios italianos en la Universidad de Nueva York, es un estudio fascinante sobre las estrategias de los dictadores.
La autora es experta en la historia del fascismo, la amenaza del autoritarismo y en cómo proteger y fortalecer la democracia. Analiza las condiciones que se repiten durante un siglo, que han dado lugar al deseo de un gobierno autoritario. Explora a los personajes que destruyeron o dañaron la democracia.
Ben-Ghiat divide su libro en tres eras: la fascista, la de la Guerra Fría, y la de los nuevos autoritarios que comienzan al final de la Guerra Fría, de la década de 1990 hasta nuestros días. Los protagonistas del libro son Idi Amin, Mohamed Siad Barre, Silvio Berlusconi, Jair Bolsonaro, Rodrigo Duterte, Recp Tayyip Erdogan, Francisco Franco, Muammar Gaddafi, Adolfo Hitler, Saddam Hussein, Nahrendra Modi, Benito Mussolini, Victor Orbán, Augusto Pinochet, Vladimir Putin, Mobutu Sese Seko, Donald Trump.
La democracia es un sistema de honor, dice Ben-Ghiat. Asumimos de buena fe que se respetarán sus normas y costumbres. Pero los hombres fuertes, cuyo objetivo siempre es mantenerse en el poder a cualquier precio, no respetan la democracia. Debemos negarnos a ampliar sus mensajes y estar dispuestos a revisar las leyes y procedimientos que nos dejen vulnerables. Ningún país es inmune a la erosión democrática.
Los autoritarios utilizan la intimidación: Ben-Ghiat.
Vivimos en la era del hombre fuerte, déspotas, tiranos, opresores, dictadores, nos dice Ben-Ghiat. En Hungría, Rusia y muchos otros lugares, los líderes autoritarios intentan, con diversos grados de éxito, socavar el estado de derecho, purgar las burocracias estatales de los no leales, hacer de los cargos públicos un vehículo para el beneficio privado, utilizar la propaganda para difundir sus versiones de la realidad.
Incluso si celebran elecciones, los autoritarios utilizan la intimidación y una combinación de tácticas, semilegales y legales, para obtener el resultado que necesitan y así afirmar que sus agendas represivas son la expresión de la voluntad popular. Una cultura de corrupción, brutalismo e intolerancia se propaga como una plaga para alentar a adoptar comportamientos de autocensura y sumisión que facilitan la colonización del estado y la sociedad.
El déspota privilegia la fuerza sobre el consenso y ve el humanitarismo como un signo de debilidad. Los autoritarios tienen éxito cuando saben cómo explotar estos momentos de ansiedad y transición para articular historias convincentes que crean comunidades de pertenencia y designan enemigos.
Los hombres fuertes se destacan por traficar historias de crisis nacional para hacerse pasar por salvadores. Declaran el declive de su gente y les dicen cómo otros los humillan. Juegan con sentimientos de marginación y victimización, crean enemigos colectivos (otros países, saboteadores internos, organizaciones internacionales) y configuran la agresión estatal como autodefensa. La nación en peligro encaja en una historia alarmista más amplia sobre el declive de toda una civilización.
No es de extrañar que el hombre fuerte también prospere en este clima porque es un hombre, nos dice Ruth Ben-Ghiat. Renueva los viejos arquetipos masculinos para una nueva era, representa muchas cosas para muchas personas: padre protector, héroe, sabio, salvador, villano y seductor, mientras que también personifica lo que la gente necesita en el momento.
A un mes de las elecciones, vivimos el caos político, las campañas negativas, la lucha por el poder en el lodazal. ¡Qué complejas y desaseadas fueron las últimas semanas del período de sesiones en el Congreso! Covid-19 ha hecho nuestra vida difícil.
Tal vez AMLO debería dejar a un lado la complejidad y buscar un reinicio gubernamental basado en la simplicidad. Ahora que dice que va a enviar una iniciativa de reforma administrativa, en lugar de eliminar los órganos autónomos, sería recomendable que adoptara el pleno respeto a la Constitución. No se trata de seguir discutiendo en los medios sobre las etiquetas de “autoritario” o “demócrata”. Todos anhelamos un buen desempeño, resultados, certeza, reglas claras.
Julia Hobsbawm, autora de The Simplicity Principle: Six Steps Towards Clarity in a Complex World publicó un interesante artículo en la página de “strategy+business”. Su estrategia ayuda a los líderes a priorizar, concentrarse y superar la complejidad. Presenta un modelo de gestión de seis puntos: alineación, claridad, colaboración, facilidad, productividad y tiempo.
La alineación implica equilibrio y simetría. Estar alineado significa asegurarse de que el líder y su equipo estén en la misma página. La claridad es un componente fundamental del principio de simplicidad. La «niebla mental» es un síntoma de enfermedad y estrés. El gobierno debe cambiar su enfoque de la burocracia y volver a atender a los ciudadanos.
La colaboración del equipo y los resultados para la comunidad están estrechamente entrelazados. La colaboración es un componente clave de la salud social. El «efecto difícil-fácil» es un sesgo cognitivo que significa que pensamos que hacemos las cosas difíciles mejor que las fáciles. Esto significa que podemos pasar por alto el poder de lo fácil porque creemos que lo difícil es preferible.
La productividad debe estar alineada, lo que a su vez conduce al bienestar. El simple hecho es que si la productividad no es fuerte, algo anda muy mal en la organización. La forma en que un líder gestiona el tiempo es fundamental. Hay dos tipos de tiempo: el que empleas a tu manera y el tiempo que controlan otras personas.
¿Qué pensará el Presidente de México para la segunda parte de su mandato, después de las elecciones?
El “espíritu democrático” de AMLO tendría que ser reforzado con la eficacia de buenas políticas públicas que promuevan la inversión y el crecimiento. Para lidiar con un mundo complejo debería enfocarse y priorizar su trabajo.
Fotografía: Misael Valtierra / Cuartoscuro