Por Francisco Tijerina Elguezabal.
“Se puede tener
por compañera la fantasía,
pero se debe tener como guía a la razón”
Samuel Johnson
Con mucha frecuencia a quienes tomamos parte activa en los medios de comunicación nos da por echar a volar a la imaginación y creemos (vaya sueños guajiros) que somos importantes o reconocidos y que nuestras opiniones pueden cambiar el rumbo de las cosas.
Lo cierto es que ni somos tan conocidos (hay, claro, sus excepciones) pero en ocasiones ni los famosos tienen el poder para modificar el pensamiento de sus lectores o escuchas. Mal también que aqueja a muchos medios de comunicación que piensan que por el sólo hecho de publicar algo esto ya es una verdad absoluta y con ella las cosas cambiarán.
Creo que en cierto modo este fenómeno es normal. Creativos que somos, algo artistas para hilvanar ideas con el teclado o con la voz, nos gusta estar en los medios porque nos atrae el reconocimiento público, el aplauso, el sabernos leídos, vistos o escuchados; por ello cuando de repente ocurre y tienes alguna retroalimentación, por pequeña que sea, se te llena el pecho y te hinchas de orgullo. (Algunos, debo decirlo, viven hinchados de tanto que se la creen).
De esta forma los pontífices del periodismo dictan desde el púlpito de su teclado o micrófono sus historias, pretendiendo que estas sean aceptadas como dogmas, aún y cuando en el fondo saben que están mintiendo por alguna razón.
En ocasiones se anticipan en el tiempo y pretenden que lo que a ellos les gustaría que ocurriese (o lo que les conviene), será lo que depara el futuro. Lo hacen con la única intención de que sus “millones de lectores” (en su mente) cambien su forma de pensar y se convenzan que su “guía moral” (el autor de la mentira) está en lo correcto y por ello deben seguirle sin chistar.
Ni los leen tanto y además les creen menos.
La verdad es una para anticipar hechos de futuro, como en el caso del resultado de las elecciones, de ninguna manera es posible predecir el triunfo del candidato que a mí me cuadra sustentado únicamente en mi preferencia o conveniencia; para conocer esa verdad existen múltiples herramientas y aún con ellas en ocasiones las predicciones fallan porque existen muchas variables que por alguna causa pueden salirse de control.
En los últimos 20 años he sido testigo en primerísima fila del avance que ha tenido la estrategia y marketing político. Debo decir que grandes equipos de campaña, conformados por asesores especializados en diversas disciplinas (hay más de 140 distintas en la materia), pueden ser la base que asegure el triunfo electoral. No hay, lo digo con pleno convencimiento de causa, un solo estratega político en el mundo que pueda dominar todas las áreas y funciones y por ello mismo es que puedo asegurar que no existe ningún periodista capaz de predecir el resultado de una elección sin herramientas de verdad, es decir, nada más porque él así lo quiere o así le conviene.
Hace unos días uno de esos iluminados se deshizo en elogios hacia un candidato y despotricó contra sus oponentes, especialmente contra quien aparece arriba en las encuestas; y dijo que el triunfo de su cuate era incuestionable… tan solo 24 horas después en uno de los medios en donde el hombre escribe, le dedicaron un amplio reportaje a su defendido acusándolo de un pasado tenebroso y de no tener méritos para siquiera aspirar a un cargo público.
Al margen de sus deseos hechos predicción o de lo que cualquiera pueda opinar, lo cierto es que el domingo será la verdadera encuesta y ahí se verá quién tiene la razón y aunque duela quien se haya equivocado tendrá que atragantarse con la verdad y vivir con ella para siempre.
Es lo malo o peligroso de vivir de fantasías.