Por José Jaime Ruiz
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La primera gran derrota del gobernador electo, Samuel García Sepúlveda, si se llega a concretar, es la revocación de mandato etiquetada en contra suya, no contra diputados y alcaldes. Toda política es local, cierto, pero Samuel se la pasa de gira, trazando proyectos y retrasando la res publica de Nuevo León.
El aggiornamento del estado pasa por una política de composición, no de conflicto, como la inicialmente llevada a cabo por Samuel y el presidente Andrés Manuel López Obrador en su cordial reunión. Un distanciamiento entre el legislativo y el ejecutivo no le conviene a ningún poder –y hay que revisar los cambios en el poder judicial. Sin política de composición, García Sepúlveda estará aislado porque no maneja las fiscalías ni el Congreso.
No hay una transición de terciopelo con el gobernador Jaime Rodríguez Calderón, más bien hay una transición oficial y, sin embargo, distante. ¿De qué carece el gobernador electo? De operadores políticos que le sepan a la “vieja política” con miras a la renovación hacia la “nueva” forma de hacer política.
La revocación es la evidencia de que los grupos fácticos del PRI y el PAN no dejarán la gobernabilidad a Samuel. Más que cogobernar, existe la posibilidad de cohabitación. El gabinete de García Sepúlveda aún no está conformado. ¿Quién está negociando con el Congreso actual y con el siguiente Congreso? ¿Quién con la renovación del judicial.
La política local requiere atención de Samuel García Sepúlveda, pero él anda en Texas.
