Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie”. // Concepción Arenal
Regularmente soy de las personas que se pronuncian por encontrar soluciones más que por buscar culpables ante cualquier situación, sin embargo hay momentos en la vida en que debo cambiar mi postura normal y definitivamente indagar en donde sea necesario quién ha sido el responsable de un fallo monumental.
El lunes pasado fueron citados en la delegación de la Secretaría del Bienestar en Nuevo León los adultos de 65 y más para inscribirse en el programa de apoyos del gobierno federal. No fue un error, no fue una confusión, porque fue un titipuchal de personas las que desde muy temprana hora se fueron a formar una fila para ser atendidos.
Pero al llegar las 8 de la mañana, cuando empiezan a atender los servidores públicos, les dijeron que esperaran un poco y un tiempo después les salieron con que “dijo mi mamá que siempre no”, que consultaran por la tarde la página de internet de la dependencia para recibir instrucciones de cuándo y cómo serían atendidos.
Y ahí estaban, en sillas de ruedas, con andadores y bastones, algunos con familiares y otros a solas, gastando lo que no tienen en transporte y buscando la manera de recibir ilusionados un apoyo que les permita subsistir, en medio del calor canicular y sin un sitio para descansar un poco, cuidando celosamente su lugar en la fila, para que al final les salieran con que “siempre no”.
Uno puede entender que hay errores o confusiones, pero cuando se cometen contra esta clase de personas me pongo como Juan Luis Guerra y “me sube la bilirrubina”.
En lugar de mandarlos de regreso a sus hogares con cajas destempladas y con una respuesta tan inútil como la de “chequen la página de internet de la dependencia” (hágame usted el refabrón cabor, cuando muchos de ellos no tienen internet ni le saben al asunto), lo lógico hubiese sido levantar un censo o listado de todos los presentes para atenderlos con cita posteriormente y de una manera más ágil.
Ahora que si me pregunta que si yo fuese el responsable de la dependencia, por principio llamaría a cuentas a quienes no tomaron providencias e informaron con anticipación que el día de la inscripción se movería; los responsables del desaguisado tienen nombre y apellido, como lo tienen quienes a sabiendas de que serían muchos los que se congregarían ahí no hicieron nada por advertirles lo que pasaría.
Si yo fuese el responsable obligaría a los culpables a atender a todas esas personas a domicilio (y no me tientes Satanás porque les exigiría que fuesen a pie) a atender a los ciudadanos (sus patrones) como debe de ser no sólo por el hecho de que son adultos mayores, sino por la burla de que fueron objeto y el innecesario maltrato que recibieron.
Pero no soy el encargado y mi opinión no creo sea tomada en cuenta, lo cual no es impedimento para dejar aquí constancia de mi más absoluto repudio a una burocracia insensible que no hace filas, que no se queda al sol y que no sufre por los errores de “alguien” a quien le vale “Wilson” lo que piensan y sienten los simples mortales.
ftijerin@rtvnews.com