Por José Francisco Villarreal
Hace unos días, leí muy superficialmente otro zipizape protagonizado por el presidente López, ahora con el Coneval, o séase, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Diferían, cada cual con sus “otros datos”, sobre los indicadores de la pobreza. No puse mucha atención, porque estaba muy ocupado ejerciéndola. Con todo y que pretendo ser institucional y respetuoso de la investidura de los poderes del estado y de las instituciones autónomas, la verdad me fastidia este tipo de reyertas hueras. Me agria hasta el jocoque que un día sí y otro también, la tensión generada por la polarización social premeditada siga manteniendo a la gente en un estado entre el estupor y la estupidez.
Estamos casi al punto de aceptar lo que sea con tal de que la administración pública no nos convoque sistemáticamente a tomar partido por unos u otros. La intromisión de fuerzas políticas, personeros de intereses económicos, por un lado; por el otro la administración pública federal y sus camaradas políticos, tensando la cuerda más allá de su tolerancia. El camino al hartazgo social se anda con demasiada rapidez. Es una guerra declarada donde, como siempre en cualquier guerra, los más perjudicados serán los que no intervenimos en ella (los políticos, como los gatos, siempre caen parados).
El aumento o disminución estadísticos de la pobreza es relativo. Los programas sociales, que unos llaman justos y otros clientelares, eran urgentes, son necesarios, y todavía siguen siendo insuficientes. Tienen razón los académicos del Coneval en sus cifras, aunque, como siempre, las cifras son indicadores bastante frívolos de una realidad mucho más profunda que un guarismo. Tiene razón el presidente López en pedir nuevos métodos de evaluación, aunque lo único que lograrían sería evidenciar la injusticia social que padecemos hace muchísimo tiempo. El factor Covid-19 es importante, pero es una eventualidad en el proceso de deterioro económico que ya padecían los mexicanos, específicamente los ciudadanos de infantería.
Este deterioro es consecuencia directa del neoliberalismo, esa infamia contra la humanidad equiparable a los campos de concentración nazis. La 4T es una respuesta incompleta ante esa infamia, con el riesgo añadido de que se asocia el régimen a un solo hombre, algo inadmisible y peligroso en una república democrática. La táctica de la oposición ha sido acentuar esa personalización del régimen; y el régimen no lo desacredita y hasta lo festeja.
Yo, la verdad, esperaba que, ante la debacle de los partidos políticos frente al triunfo en las urnas de López Obrador, se hiciera una reevaluación interna, se depuraran, se refundaran, se volvieran más representativos. Eso era lo más razonable. Pero hay grupos económicos que si bien no son políticos sí inciden en la política; grupos que necesitan controlar la política para mantener su hegemonía. Y no se trata sólo de clústeres nacionales, también internacionales. Las alianzas partidistas en las pasadas elecciones demostraron a quién sirven esos partidos y por qué, a pesar de que internamente hay disidentes que tratan de cambiarlos, no han podido lograrlo.
Morena y sus satélites tampoco cantan mal las rancheras. Si dejamos de distraernos pensando en que Morena es López Obrador, veremos que se ha convertido un partido tan variopinto en su militancia, que puede caer en los vicios del partidismo tradicional que tanto repudia… y eventualmente lo hace.
La guerra es intensa, pero el ejército popular, cuya única arma es el voto electoral y participativo, es invitado a esa la guerra con balas de salva. Nos quedamos pasmados, con el único recurso aconsejado por “La Cucaracha”: “Échales mentadas, que también les duelen”. Ese es el nivel de pobreza que no pueden o no quieren evaluar el Coneval ni el presidente. Esa, por ejemplo, es mi respuesta cuando, tras una vida de trabajo productivo, cuento los centavos “piadosos” de mi pensión y me entero de que aumentará el costo de la energía eléctrica, ¡en pleno verano norestense!
¿Pobreza? ¡Qué chingados saben ellos lo que es la pobreza! Se puede vivir feliz siendo pobre. La miseria es otra cosa, y eso es lo que deberían evaluar. Porque se puede tener la vida pagada y seguir siendo miserables.