Por Obed Campos
Los que de a deveras “semos” norteños, conocemos el popular huapango, muy bailable en bodas y otros encuentros, e intitulado “De Ramones a Terán”, que cuenta la historia de un jinete que anda por esos caminos rurales (ahora tan peligrosos por aquello de la incontrolable delincuencia) entre el municipio de Ramones y General Terán, ambos, como dije, en el noreste de Nuevo León.
Y es que ahora que vino doña Olga Sánchez Cordero a visitar sus propiedades en General Terán, algunos periodistas despistados calificaron de “rancho” o “hacienda” y nada más errado, porque la secretaria posee tres casonas viejas en pleno centro del municipio, frente a la iglesia y la plaza de armas.
Pues bien, ahí fue donde “doña Olguita”, como los confianzudos la llaman, recibió al desfile de alcaldes electos y a la inseparable pareja de Samuel García y su esposa Mariana de la Garza, a quienes seguramente les dio pontificias instrucciones, y no creo que solamente les haya deseado suerte en sus nuevos encargos.
El asunto es que esta visita me recordó la faraónica “invasión” que el supuestamente tan odiado por la 4T, Carlos Salinas de Gortari y sus familiares y allegados realizaban las Semanas Santas a Agualeguas, Nuevo León, cuna de los padres de Salinas.
Que tan ostentosas no eran esas visitas, que hasta organizaban su propio maratón, cubierto milímetro a milímetro por una horda de fotógrafos y camarógrafos.
Fue tanto el esfuerzo de Salinas por poner Agualeguas en el mapa, que mandó construir un aeropuerto para solaz y comodidad de sus invitados, y para que todo saliera de lo mejor cuando llegó hasta su rancho el presidente gringo George Herbert Walker Bush, quien pasó unos días ahí en compañía de su esposa, en el marco del nacimiento del Tratado de Libre Comercio.
El tiempo pasó y me dicen que el aeropuerto en el que una vez aterrizó el Air Force One, fue cerrado por los militares, ya que terminó por un tiempo siendo usado como pista clandestina de la delincuencia organizada.
Y digo que el tiempo pasó y pasó y tantos años después, el polo de atención ya no es Agualeguas, sino General Terán, y no porque doña Olga tenga enterrado el ombligo en estas tierras, sino porque casó con un abogado emparentado con otra familia presidencial que se enamoró y se plantó en el otrora pueblito, donde, por cierto, se da la naranja más dulce de toda la Región Citrícola.
Y si no me creen, chequen las notas de la prensa que cubrieron a medias el besamanos al que fueron convocados los ediles y el gobernador electo… Porque así va a seguir siendo los próximos tres años al menos, que es lo que le queda a este sexenio, que, si no fuera tan trágico, sería de lo más cómico.
Para los que llegaron a estas alturas del texto les dejo el huapango “De Ramones a Terán”: