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Por Félix Cortés Camarillo

En nuestra lengua, de la cual yo estoy muy orgulloso porque es el instrumento de Cervantes, de Lope, Pellicer, Juana de Asbaje, Rulfo, Nájera, Calderón, Paz, Lorca, y muy especialmente Miguel Hernández, hay muchas sorpresas. Pues en ese lenguaje la palabra matamoros, además de ser el apellido de un ilustre mexicano, Mariano Matamoros, cura, cómplice de José Ma. Morelos, y muerto en Valladolid por su insurgencia, tiene un origen, como todas las palabras dignas de ese nombre.

            En la recuperación de España del dominio árabe, que por un par de siglos impuso una innegable impronta en las costumbres, cocina, vestimenta, música y otros etcéteras en el pueblo español y -en consecuencia- en la América de nuestra lengua; los soldados iban en cada batalla «a matar moros». Matamoros. ¿Contrapunto?

            Todos los mexicanos, cualquiera de nuestra cuna, tenemos sangre de indios mexicanos -¿nunca le contó su abuela lo que hizo con el criado de la casa?- ¿Nunca hemos sabido de la endogamia de nuestras familias?

            El presidente López dice que él tiene otros datos. Tal vez otra abuela.

            En la escuela primaria, secundaria y social, nos contaron una historia (en mi tarjeta de calificaciones era Historia Patria) que ahora resulta que no es cierta. Nosotros los mexicanos, somos otros diferentes de lo que creíamos.

            La nueva interpretación de la historia de México, excelentemente puesta en la magnificente pantalla múltiple de tabla roca en el Zócalo, iluminada con rayos esplendorosos con luces, y efectos para convencernos de que los que ganaron fueron los que perdieron. Que en realidad los que medio perdieron medio ganaron.

            En la historia del mundo, subyugar a Mongolia desde el sur, dominar temporalmente China desde Japón, siglos de la conquista de México, innegable, debe traducirse ahora en lo contrario. 500 años de resistencia de algunos de los vencidos, porque los vencedores ya chingaron en el libro de la Historia.

            A mi regreso a México, en 1969, visité la plaza de Tlatelolco, donde hubo la última rendición del frágil imperio mexica. Ahí donde había sido su magnífico mercado. Ahí hay una placa que dice, una frase de Salvador Novo, si recuerdo bien: aquí no hubo vencedores ni vencidos, sino el nacimiento de nuestra nación. Todo lo que se diga en contra, será usado en juicio histórico.

              Volviendo a lo de matar moros, los gritos de guerra tienen tradición e historia. Eran incentivo vocal a sus guerreros. El presidente López emitió el suyo. Hay que eliminar a todo aquel que no piense como yo. El INE, el TEPJF y todo lo que se atraviese en el camino hacia el poder absoluto.

            «A la carga, mis valientes» era el supuesto grito. «Dios los quiere» gritaban los cruzados en el Medio Oriente. «Al´ahu Akbar» quiere decir «Alá es Dios» y es lo que grita cada suicida antes de entregar la vida al Santísimo islámico antes de estrellar un avión de pasajeros en las torres gemelas de Nueva York.

            En nuestro territorio, el presidente López ha determinado su guerra santa en contra de las instituciones electorales. El INE, el INTEPJF o cualquier institución que no se someta a sus mandatos deben desaparece, de inmediato, todos sus integrantes, para ser sustituidos por leales.. 

            Los que sean, pero leales.

            No hay duda que Alá es grande. Veremos su tamaño.

            Yo tengo la convicción, desde lo adiviné, que Alá es muy justo, pero poco pendejo.

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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