Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Pues es Peter Sloterdijk:
–Visto con una distancia de veinte años, el atentado del 11S puso en marcha o reforzó gravemente, una espiral de desgracias. Recordemos esos primeros días después del ataque cuando nadie sabía a ciencia cierta quiénes habían sido sus autores: desde un primer momento fue evidente que EE.UU. se sintió obligado y justificado a tomar represalias, y rápidamente respondió militarmente. Suele olvidarse que esas reacciones irreflexivas le costaron la vida a más de un millón de personas en Afganistán, Pakistán e Irak. La venganza estadounidense es el hilo conductor que atraviesa la historia de las últimas dos décadas. Como podemos ver por estos días, ese hilo se está rompiendo ante los ojos del mundo, que observa cómo la retirada de Occidente de Afganistán deja el país nuevamente en manos de las fuerzas cuyos precursores, hace más de veinte años, prepararon el terreno para que Osama bin Laden y Al Qaeda perpetraran sus atentados contra EE.UU. Dicho esto, cabe preguntarse qué tan legítimo se considera el uso de la retórica yihadista islámica por parte de Osama bin Laden en su declaración de guerra contra EE.UU. El choque del mundo islámico con Occidente como consecuencia de la invasión napoleónica a Egipto en 1798 puso en circulación en el mundo árabe un concepto remilitarizado de la yihad que durante siglos había tenido significados de orden más bien espiritual. Cuando en febrero de 1998 Bin Laden emitió su fatwa contra estadounidenses, judíos y cruzados, llamando a todos los musulmanes a matar estadounidenses fueran militares o civiles, estaba actuando, al menos subjetivamente, según posibles interpretaciones de las sagradas escrituras. Entretanto, muchos eruditos islámicos explican que el islamismo de tipo Al Qaeda o ISIS no tiene nada que ver con el “verdadero islam”; cabe suponer que defienden de buena fe sus creencias y su cultura y quieren mantenerlas lejos de toda asociación con el terrorismo. Un vistazo a los libros de historia es suficiente para ver que el islam se mostró casi siempre como una religión de espada; por decirlo con suavidad, siempre tuvo grandes dificultades con los “infieles”.
–Desde finales del siglo XVIII, los escritores occidentales expresan la sensación de vivir en la transición a una nueva era. Es el clima de trabajo de toda modernidad. Quien crea que muchas cosas van a cambiar, siempre tiene razón. En poco menos de dos años, la pandemia se convirtió en lo que podríamos llamar una lección global, perfilando a la “humanidad” como una comunidad de cuidados que debe enfrentarse a un enemigo común invisible, un alienígena microbiano, como ocurrió hace cien años cuando la gripe española dio la vuelta al mundo matando a unos 50 millones de personas entre 1918 y 1920. La diferencia entre entonces y ahora es que el sistema de medios de comunicación duplica la pandemia: en aquel entonces los medios estaban condenados a dar la noticia después del acontecimiento. Hoy los acontecimientos y las noticias se difunden en simultáneo, de modo que las olas de infección, información y miedo están sincronizadas. Es cierto que la pandemia nos golpea en un flanco vulnerable. Pero esa vulnerabilidad no radica tanto en nuestra constitución físico-biológica como humanos indefensos ante algunas infecciones víricas: el rápido desarrollo de vacunas compensó esa parte de nuestra vulnerabilidad colectiva. Lo que sigue siendo vulnerable es nuestra expectativa de poder continuar después de la crisis con el modo de vida acostumbrado, que está basado en un entramado de consumismo, ilusionismo, individualismo, hipermovilidad, promiscuidad y tendido de redes: los rasgos fuertes de los tiempos modernos. Cuando todo el mundo habla hoy de una “vuelta a la normalidad”, está hablando en realidad de reanudar un estilo de vida históricamente singular, extremadamente improbable y frívolo. Bastante asombro debería causar que hayamos habitado esta “paranormalidad” como algo natural. Un aspecto positivo de la gran crisis sanitaria es que en todas partes se empezó a hablar de las condiciones de inmunidad. En mi libro Has de cambiar tu vida, un ensayo sobre antropotecnia, propuse el término “co-inmunidad” para describir una función básica de la coexistencia humana. La crisis actual viene a traer el caso de urgencia para este término.
–En la lápida de Heidegger en un pueblo de la Selva Negra vi tallada la estrella en lugar de una cruz cristiana; sin quererlo, uno piensa en su frase: “Ir hacia una estrella, ¡sólo eso!”. Podría ser el lema de una gnosis filosófica. Por cierto, hace tiempo que ya no leo a Heidegger -en particular, al último- como un filósofo sino como un gran místico y un mal poeta.