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Por Félix Cortés Camarillo

Que puedo irme mañana mismo

de este mundo….

Armando Manzanero, «Contigo aprendí».

Los poetas griegos solían cantar la palinodia cuando habrían de retractarse de un punto de vista u opinión expresados en versos anteriores. Dicha oda se conoce como el canto del arrepentimiento y en nuestros tiempos se entiende más bien como un humilde reconocimiento de los yerros.

Dicho esto, en los tiempos que corren sólo un tonto podría esperar en labios de un gobernante en el poder algo parecido a la palinodia; especialmente cuando se trata de una evaluación que el mismo mandatario hace de su propio trabajo. Se trata de un ejercicio egocéntrico del autoelogio. Eso es lo que se observa en los discursos de rendimiento de cuentas que los gobernantes de países que se dicen democráticos, como México o los Estados Unidos. El discurso sobre el estado de la Unión, que se lee en las primeras semanas del año en los Estados Unidos y el informe de labores que el presidente de México solía leer ante el Congreso en su primera sesión formal, por estas fechas, como lo de ayer.

Lo de ayer, en estos tiempos diferentes, fue llamado tercer informe del presidente López. No lo fue, como no lo habían sido ni el primero en pleno zócalo, ni el segundo, en un patio de Palacio Nacional. En ambos casos fue un discurso de propaganda política subrayando proyectos primero, inventando logros luego, y enunciado ayer un «misión cumplida» que está muy lejana a la realidad. Lo mismo que los informes.

Lo de ayer tuvo lugar en un salón que, dicen, fue habitado por el presidente Juárez. En cuanto a los asistentes, eran exclusivamente los empleados cercanos al presidente López, mientras afuera todos elucubrábamos sobre si Julio Scherer Ibarrra –de quien se decía había renunciado– asistiría o no a la función.

En cuanto a contenido, escuchamos simplemente una síntesis apretada de todo lo que hemos escuchado mañana a mañana sobre el país de Jauja en el que vivimos gracias al genio de nuestro presidente, en sus peroratas de doctrina de siete a nueve de la mañana.

Al igual que en las mañaneras, en el discurso de ayer se ocultaron verdades y se dijeron mentiras. El huachicol desapareció en un 95%, la inversión extranjera es históricamente (?) alta, la delincuencia va en descenso, salvo excepciones (como el feminicidio), el país está en paz, y el recuento de los logros de la cuarta simulación, entre los que cínicamente se añade el aumento de las remesas de los mexicanos que no encontraron trabajo aquí y ahora mandan dinero a sus familias desde los Estados Unidos. Tengan para que aprendan, dijo el presidente López a sus detractores.

El tronco del mensaje presidencial se resume en una línea de la bella canción «Contigo aprendí», de Manzanero: Que puedo irme mañana mismo de este mundo…

Un día antes, el presidente López presumió que los cambios que ha fijado ya, legalmente, en la estructura del Estado son prácticamente irreversibles. Y que él puede dejar su puesto e irse a Palenque, que se puede ir tranquilo porque ya cumplió. Los que quieran cambiar lo ya hecho se la van a pellizcar. Esto es para siempre.

Eso tampoco es cierto. Lo único inevitable que tenemos es la muerte.

Se dice que el cisne, cuando adivina su fin se lanza desde las alturas a la muerte en tierra, en un intenso canto último.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente, dice usted que con el nuevo secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández (yo no compro el cuento de que es su primo, aunque puede serlo, eso no es delito) usted adquiere un operador político con todas las otras instancias. ¿No era eso Olga Sánchez Cordero?

‎felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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