Por José Francisco Villarreal
Confieso que soy un fanático de la saga Dune, de Frank Herbert. Si yo me fuera de misionero, cargaría la Biblia y la saga en la misma maleta. Incluso creo que para predicar utilizaría más citas de Herbert que de la Biblia. De hecho, creo que olvidaría la Biblia en algún hotel. La “Epopeya ecológica”, la han llamado. Es posible. Aunque a mí me fascina más la intriga política-comercial alrededor del gobierno del emperador padishah Shaddam Corrino IV.
Frank Herbert fue bastante agudo al reflejar la realidad en una ficción donde la política es planificada incluso con siglos de anticipación y deja apenas pequeños huecos para el azar. Es necesario que aparezca un místico Kwisatz Haderach, un vidente del pasado genético y del futuro, que detecte esos huecos y los tape, los use o los ocupe. En ese sentido, Dune parecería precursora de la saga de la Fundación, de Asimov, sólo que con un toque de psicodelia.
Con estas referencias trato de entender la saga real que estamos viviendo, ahora emparentándonos más con clarísimas fuerzas oscuras que chacualean en las lagunas sociales por todo el mundo, salpicando el futuro de lodo. Hace días, la política y la opinología nacional se “estremecieron” tras la renuncia de Olga Sánchez Cordero a la Secretaría de Gobernación, y su regreso al Senado. Yo no podría asegurar que hizo un buen trabajo en el gabinete, ni me atrevería a aventurar que tuvo alguna desavenencia con el Presidente. Diría que es una mujer carismática y que sorteó con elegancia las trampas que implica la secretaría, ahora habrá que ver cómo se desempeña en un cargo que requiere ante todo mucho dinamismo y dialéctica fina. Una mujer con ese peso específico no cambia de cargo para eludir sino para impulsar un proyecto. Yo pensaría que, además, es una buena opción para el Senado, donde personajes como Ricardo Monreal, Lilly Téllez o Bertha Xóchitl Gálvez suelen dominar la cartelera mediática, frecuentemente con las escandalosas tácticas de la “prensa rosa”.
Julio Scherer Ibarra es otro caso “conmovedor” (por la conmoción que causó). Yo no sé si se fue o lo “fueron”. Tampoco me interesa. Sé que un gobernante, desde el presidente de la República, un gobernador, y hasta un presidente municipal, deben ser extremadamente celosos con sus recursos humanos. Hacer cambios innecesarios es también una forma de despilfarrar capital político. Correr o reubicar por compromiso a un funcionario de primer nivel debe ser el último recurso del último recurso. Un cambio de staff siempre dará pie para sospechar inestabilidad, es decir, debilidad. Y en estos momentos lo que menos necesita la 4T es mostrarse débil. La diferencia entre Cordero y Scherer es que una se instala en un puesto relevante dentro del mismo movimiento, y el otro se diluye en esa especie de ostracismo que es el “ejercicio privado de su profesión”.
¿Son importantes las dos renuncias de primer nivel y en tan poco tiempo? No las causas, sí las consecuencias. Como en Dune, aquí hay muy poco espacio para el azar. El criterio presidencial en ambos casos no creo que sea tapar un hoyo sino preparar un objetivo. Y mientras muchos se relamen los bigotes especulando sobre ambas debacles, engranes y levas siguen en movimiento. Con perdón de don Antonio Machado, se podrá hacer camino al andar pero es el destino el que nos mueve. Hacia allá se debe ver. Si don Andrés fue tan porfiado para mantener sus objetivos durante años, suena tonto que deje que su proyecto se mueva a merced de los vientos políticos. La nave va, como la de Fellini, y aquí no depende del azar si llega a puerto o se hunde.
Tampoco la oposición deja las cosas al azar, bajo un evidente liderazgo, el PAN no manda, pero sí arrastra a sus adláteres, PRI y PRD. Sus incursiones en la OEA y ahora con VOX (ese esperpento español fascistoide), acentúan la polarización, más aún que los frecuentes dislates del Presidente en las mañaneras. Porque el PAN, curiosamente, implica a sus aliados, otrora enemigos irreconciliables; en tanto ni PRI ni PRD parecen beneficiarse demasiado de esa alianza. Así, mientras la 4T proclama un proyecto social para México (y no asumo que en verdad lo sea), la “oposición” patentiza en los hechos que su proyecto es sólo político, no social, buscando consensos en una organización internacional con pésima reputación, y en un partido con principios inaceptables para la gran mayoría de los mexicanos. Estos modernos quijotes arremeten contra los molinos de viento del comunismo, pero no ven gigantes como alucinó don Alonso sino fantasmas. Por cierto, no me preocupa que Marko Cortés deje la presidencia de Acción Nacional para buscar la reelección. Son los militantes de Acción Nacional los que deberían estar preocupados.
Y volviendo a recordar “La nave va”, creo que necesitamos a alguien como esa princesa ciega en la película (no recuerdo su nombre), que nos enseñe a ver. Porque por más premeditada que sea la política, el azar siempre se impondrá cuando planeamos un futuro sin consensos. O bien podríamos darnos un pasón con la mítica “melange” de Arrakis (Dune) que, de paso, le pone a uno los ojos azules… Digo, por aquello de que llegue el día en que debamos mostrar nuestra pureza racial y filiación política, todo de una vez. Y con el uso generalizado de cubrebocas, sería la mejor manera de hacerlo. Eso, o una esvástica.