Por José Jaime Ruiz
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En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda publicó en sus redes sociales: “A todos los acosadores, golpeadores y violadores, de una vez les digo que aquí se toparon con pared, en el #NuevoNuevoLeón no vamos a permitir ni un solo acto de violencia contra mujeres y niñas. Quien se meta con una mujer, se mete con todo Nuevo León”.
El mensaje se pretende empático con las nuevoleonesas, en realidad es un mensaje machista, patriarcal y de dominación autoritaria, aunque no autorizada. Como gobernador, y como esposo, Samuel Alejandro está “desautorizado”, deslegitimado desde aquel mensaje misógino y de subordinación en contra de su pareja Mariana Rodríguez al exigirle que no enseñara pierna y que él era su dueño.
Desde el patriarcado y desde una perspectiva de la guerra, el territorio de Nuevo León, su defensa bélica (cfr. con su lucha por el reparto fiscal) se extrapola en el cuerpo de la mujer también como “territorio”: patriarca-guerrero defensor de la soberanía fiscal de Nuevo León y de las nuevoleonesas, de sus cuerpos. Lo que se intenta solidario termina por ser un nuevo dominio, extravagancia autoritaria: un gobernador machín que convierte a las mujeres en su harem sublimado.
En las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres, Rita Laura Segato describe: “La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último límite. A pesar de todas las victorias en el campo del Estado y de la multiplicación de leyes y políticas públicas de protección para las mujeres, su vulnerabilidad frente a la violencia ha aumentado, especialmente la ocupación depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de las nuevas guerras”.
No las guerras tradicionales sino las guerras contra el cuerpo femenino concebido como un cuerpo ocupado, depredado al interior de nuestras sociedades. El discurso androcéntrico de Samuel García se topa con la realidad femenina, la visibilidad y la movilización. Una foto de “socialitos” nunca abolirá lo social.
“Con el grito de ‘No estamos solas, nos falta Abril’, es como colectivos feministas realizaron su marcha para conmemorar el día de la erradicación de la violencia contra las mujeres. Decenas de mujeres iniciaron su marcha a un costado de la Explanada de los Héroes, para tomar la calle Zaragoza, al filo de las 17:30”, leo en Milenio.
El movimiento feminista trascendió a los foros sociales y de izquierda de Porto Alegre. Es la única revolución vigente en el planeta. Una revolución no violenta porque la violencia en contra de las mujeres las une. El patriarcado se funda en el “exterminio” de género. Cuando no se le acepta cultural, religiosa o socialmente, deviene en feminicidio.
El empoderamiento de las mujeres entendido desde la desigualdad. Para Samuel Alejandro “empoderarlas” significa “protegerlas”: «La Secretaría de las Mujeres va a tener varios programas exclusivamente para impulsar mujeres, como el programa Jefas de Familia; para protegerlas, como son los refugios; para darles libertades, como son las estancias infantiles que vamos a revivir”.
Samuel Alejandro no entiende el feminismo, ni lo entenderá. El feminismo es, por naturaleza, anticapitalista, porque se pretende emancipar de la explotación laboral que comienza en los hogares; es antineoliberal porque, en sus estadios superiores, combate las finanzas capitalistas, la deuda y la ausencia de paridad en los sueldos.
Machín sin hijos y aun así (auto) ungido urvater, ¿qué es la sororidad, Samuel Alejandro García Sepúlveda?