Por Félix Cortés Camarillo
Este domingo guadalupano se cumplen cuatro años del día en que el hoy presidente López dejó la dirigencia del movimiento de regeneración nacional, mejor conocido en el bajo mundo como Morena, para asumir la candidatura a la presidencia de la república, que al año siguiente, 2018, consiguió. Andrés Manuel dejó las riendas de su partido en Yeidickol Polevnsky Gurwitz, que de joven se llamó Citlali Ibáñez Camacho, y que según fama pública desde entonces es una de sus más fieles seguidoras.
Cuando en la temporada preelectoral para la gubernatura del estado de Nuevo León, era octubre del 2017, y el mandamás de Morena sabía que su organismo político ni su persona gozan de mayor popularidad o apoyo en ese importante estado, de repente se dejó venir a Monterrey la señora Yeidickol Polevnsky, quien a la sazón así se llamaba y era también dirigente nacional del partido –o como se considere– del presidente López. Esa visita envió varios mensajes.
Primero, que no había la menor duda de que Morena iba a ganar la gubernatura de Nuevo León y la mayoría de las alcaldías del estado; segundo, que la candidata obvia de Morena a la gubernatura era Clara Luz Flores Carrales. Esta parte de la historia ya la contestó el tiempo. El resto lo terminó de contar ayer la noticia escueta de Morena echando a la señora Polevnsky prácticamente de una posición de importancia en ese organismo. Para dejar los eufemismos aparte, Yeidickol recibió una patada en su trasero político.
Ese colofón a la historia que comenzó en Nuevo León ratifica la sospecha de que el movimiento de López Obrador no está divorciado de la tendencia general de los partidos políticos mexicanos que se presenta generalmente en el cuarto año de gobierno de cada presidente: la lucha por la sucesión desgarra todos los amarres, romances, alianzas, noviazgos, amasiatos o matrimonios que los políticos hayan celebrado, muy pocos en público. Casi todos en secreto.
En esta ocasión todo se ha adelantado y se precipita en sus improvisaciones. No se trata solamente de las reconocidas rencillas personales entre dos de los más cercanos del presidente López, el fiscal Gertz y el ex procurador fiscal de reciente matrimonio. Las batallas campales de todos contra todos que yo veía en mis años de infancia en la lucha libre de mi pueblo eran juego de niños comparados con los encuentros de hoy. En todos los partidos.
Las golpizas generalizadas son simplemente expresión del desplome de un sistema político que depende ab-so-lu-ta-men-te de unan persona, cuyas capacidades y virtudes no pueden bastar para ese omnímodo y omnipotente cargo. Por eso, si la señora Polevnsky tiene algo de dignidad, ya hoy renunció a su partido: es el tiempo de sálvese el que pueda. Y todo mundo carece de dirigentes. Ya nos cargó.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿Un programa piloto de distribución nacional de medicinas en Nayarit, manejado por militares, en el cuarto año de gobierno?
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