Por Félix Cortés Camarillo
Desde hace muchos años he confesado públicamente mi convicción y vocación monárquicas: para mí, reyes, reyes, los de la baraja; aunque en estos tiempos tan mothernos, uno ya no sabe.
Si se pide carta en mesa con baraja española, puede venir en lugar del rey que se necesita una inservible sota, que poco de viril tiene. Me dicen que quiere decir paje, que en esto de la paridad de género me ayuda poco. En la traducción de la baraja inglesa se le dice llanamente joto, aunque sea un Jack, al que los franceses del siglo XVII llamaban Valet: escasa ayuda en mi confusión.
Así va el deterioro de las casas reales.
La decadente y cada día más desprestigiada institución, heredada de la integración de la Edad Media en donde los ricos unieron haciendas para inaugurar dinastías, es cabalmente representada por la casa real del Imperio de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Elizabeth Regina, su titular, tiene años resistiéndose a morir y aguantando estoicamente los embates que su parentela le hace de cuando en vez.
Todos sus hijos han nacido y crecido, a pesar de Buckingham, como seres humanos más o menos normales: a veces exagerando en los defectos que heredaron de su padre y que a los demás nos son comunes, como la putería, falsedad, doble cara y carencia de vergüenza. Como si fuese venganza del Divino, las trapacerías de Carlos, el obvio heredero, muy probablemente nunca será rey a la vista de la longevidad de su madre. Los hijos de él y de la no menos libertina Diana andan muy desbalagados –como él mismo siempre anduvo– y no precisamente en lo geográfico.
Las otras casas reales son mayormente europeas, aunque hay cuerpos gobernantes africanos que pueden considerarse así, aunque ellos mismos no lo hagan. Los sobrevivientes de las viejas casas derrocadas mucho tiempo atrás, como las de Grecia, Polonia o Bulgaria, andan deambulando por ahí pidiendo posada a las que siguen gobernando, como en Escandinavia, Países Bajos o España; que suelen ser parientes, así sea lejanos. Junto con ellos, para lo único que sirven es como contenido de vívidos colores en fotografías de la revista Hola!
Todas las monarquías existentes hoy en día, con excepción obvia de la mexicana habrán de desaparecer este mismo siglo, para transformarse como la casa de Wndsor, en entidades más bien simbólicas, decorativas, inútiles y costosas, con sistemas parlamentarios que ejerzan el poder, ese sí real.
El otro lastimoso ejemplo de esa decadencia es Juan Carlos de Borbón. El primer monarca de España posfranquista cumplió ayer 84 años en Abu Dhabi, en donde vive en el exilio desde hace año y medio en solitario. Un exilio que le han dado los árabes como forma de agradecimiento por las corruptelas que permitieron a sus empresas obtener jugosos contratos de obra pública española. Suena familiar, sí.
Consultados los españoles, arriba del sesenta por ciento está de acuerdo en que se le permita regresar a su país, pero de ellos la mayoría exige que aclare sus discrepancias con el fisco español que tiene pendientes. Entre ellas la “donación” de 65 millones de euros que le hizo el año pasado a su amante Corinna Larson. Regresaría, sí, pero desprovisto del título de rey emérito y sin derecho a ocupar las habitaciones del palacio real. Con la cola entre las patas, por más dinero que tenga. Lo dicho, reyes los de la baraja; cuando mucho, los de la rosca exquisita con muñeco dentro.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿Cuándo nos vamos a enterar los mexicanos del sitio en que se ocultan o almacenan las vacunas contra el Covid que tienen alto precio de compra y corto lapso de vigencia? ¿Será que solamente existen en el discurso gubernamental y en las facturas que hoy son parte de la seguridad nacional protegida por el silencio?
felixcortescama@gmail.com